Papa fritas, caraotas, huevos revueltos, hamburguesas y dulces son por lo general la última cena que prefieren los condenados a muerte en Estados Unidos.
Una investigación documentada para la BBC News Mundo muestra el último deseo de muchos reclusos que esperan su ejecución. En el trabajo también se aborda las últimas palabras de los presos.
En los estados de EEUU donde está vigente la pena de muerte, los condenados a muerte tienen derecho a pedir una última cena. Eso sí, todo debe estar acorde a un presupuesto máximo.
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En Florida, por ejemplo, la última cena deben contener alimentos que puedan ser adquiridos a nivel local. Tampoco pueden costar más de 40 dólares. El alcohol no está permitido para evitar percances con los presidiarios.
Los condenados a muerte pueden presentar la solicitud de su última cena un par de días antes de su fecha de ejecución. Cuando la comida está lista se la llevan a la celda del preso unas horas antes de la muerte. En Virginia la comida tiene que servirla por lo menos cuatro horas antes de la ejecución.
La petición más popular es una hamburguesa con queso y patatas fritas. La carne, el pollo frito y los helados también son comunes. Otros fieros asesinos sólo piden un paquete de caramelos. Y a veces solicitan un sixpack de Cocacola. Pero la mayoría de las comidas son ligeras para que no les duela la barriga antes de morir.
La última cena
«¿Qué se siente pedir una última cena antes de ser ejecutado por un crimen que puedes o no haber cometido?». Esta era la pregunta de rigor que hacía la fotógrafa estadounidense Jackie Black.
Clydell Coleman, ejecutado el 5 de mayo de 1999, pidió papas fritas, dos panes dulces, huevos revueltos y tostadas. «Si nos ponemos frente a esa comida, quizás podamos sentir cómo es esa experiencia. Tal vez podamos sentir empatía por la persona condenada «, respondió.
David Wayne Stoker, ejecutado el 16 de junio de 1997, pidió como última cena dos hamburguesas, papas fritas y un helado. No tenía mucha hambre y no era para menos. Sus últimas palabras fueron: «Lamento mucho tu pérdida… pero yo no maté a nadie».
Anthony Ray Westley, a quien ejecutaron el 3 de mayo de 1997, solicitó que le llevaran a su celda papas fritas, pollo frito y una tajada de pan blanco. Al día siguiente lo ejecutaron. «Quiero que sepan que yo no maté a nadie. Los quiero a todos», señalo antes de recibir la inyección letal.
Cereal con leche
Pero el condenado Thomas Andy Barefoot, ejecutado el 30 de octubre de 1984, pidió como última cena caraotas rojas, arroz, maíz dulce, galletas y gaseosa. «Espero que algún día podamos mirar el mal que estamos haciendo ahora mismo. Como las brujas que quemamos en la hoguera», señaló.
«Quiero que todos sepan que no tengo nada en contra de ellos. Los perdono a todos. Espero que todos a los que les he hecho algo me perdonen. He estado orando todo el día para que la esposa (de la víctima) saque la amargura de su corazón, porque esa amargura que está en su corazón la enviará al infierno con tanta seguridad como cualquier otro pecado», añadió.
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El condenado Jeffrey Allen Barney, ejecutado 16 de abril de 1986, pidió una taza de cereal con leche, medio litro de leche y dos cajas de hojuelas. «Siento lo que hice. Me merezco esto. Jesús, perdóname», comentó.
Por otra parte el famoso asesino Johnny Frank Garrett, a quien ejecutaron el 11 de febrero de 1992, un helado de fresa con chocolate. Sus últimas palabras antes de recibir la muerte química fueron: Me gustaría agradecer a mi familia por amarme y cuidarme. Y el resto del mundo puede besarme el trasero».