viernes, abril 19, 2024
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El cadáver del terreno de La Arenosa

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No imaginó la policía científica que el cadáver del terreno de La Arenosa la mataron por belleza; por un amor no correspondido. Transcurría aquel año 1996 en la capital carabobeña habían tascas; a lo largo de toda la avenida Bolívar.

Desde la avenida Bolívar Sur hasta el norte se podía leer el letrero famoso “se solicita muchacha de buena presencia”. La misma era para trabajar en la barra, solo para que hablaran con los clientes. Fue así como Tibisay llegó a la ciudad industrial.

En San Fernando le habían dicho de esos trabajos en esa ciudad, lo importante era superarse; estudiar y empezar una nueva vida. Su familia la mandó con algo de dinero desde el llano para el estado Carabobo. “Lo que importa es que trabajes y no te vayas a estar enamorando”; le dijo su mamá.

Tibisay llegaba a la ciudad de Valencia la cual era muy famosa por sus industrias, su gente; y hasta por la Universidad. La bella muchacha de 20 años era muy lista, le gustaba el dinero y estaba dispuesta a trabajar; “aquí hay que ganarse la vida de lo que sea”.

Marina su amiga en Valencia, le había dicho por teléfono de que se trataba el trabajo. “Chama aquí en esta ciudad lo que importa es el dinero; aquí se gana bien. Lo que importa es que le des larga a los tipos y hagas que se tomen los tragos”; le dijo a Tibisay.

El cadáver del terreno de La Arenosa

Tibisay empezó a trabajar en aquella tasca famosa en la avenida Bolívar; Giorgio el dueño del negocio se había asombrado de la belleza de la joven. De hecho se ofreció buscarle un buen lugar en la ciudad; y hasta le vio con ojos de amor.

“Chama te metiste al jefe en el bolsillo y lo que importa es que aquí en el trabajo sepas manejar a los hombres. Estos se manejan fáciles, aquí los tipos de la ciudad se vuelven locos por una minifalda”; le dijo Marina.

Su piel canela, sus ojos verdosos y su cabello negro eran su mejor carta de presentación en aquella joven. Su mamá había tenido un romance con el dueño de una hacienda; pero este nunca reconoció a la muchacha.

Giorgio le recomendó que aprovechara su belleza para volver loco a los hombres. “Ya tu sabes como es este negocio y lo que hay que hacer; no te vayas a enamorar de nadie”, le dijo el dueño de la tasca. Unos meses después se sentía como pez en el agua.

Ejecutivos, doctores y hasta administradores hablaban de la joven en aquella tasca de la ciudad. Todos se embobaban con sus manera de caminar y hasta de hablar y su sensualidad con los tragos. “Esa llanerita es de lo más hermosa”.

César, el taxista

César estaba retirado de una de las tantas empresas que había en la ciudad; era un hombre divorciado. Tenía 51 años, ya se sentía mayor para enamorarse otra vez; pero su historia cambió cuando conoció a Tibisay.

Giorgio le había encargado de llevarla a ella y a Marina a su casa en la avenida Las Ferias. El taxista era callado y poco a poco se hizo amigo “con respeto” de las jóvenes. El taxista se había ofrecido a llevarlas a la ciudad.

Se sentía enamorado de aquella muchacha, la había llevado por todos los rincones de la ciudad. Le regalaba rosas, y estaba encargado de ella; de cuidarla y hasta de llevarla y traerla. Quería mostrarle todo y hasta declararle el amor.

La veía con cuidado de que no se diera cuenta de que la amaba en silencio. La llevó a un buen restaurante de la ciudad y le declaró su amor. “Pero yo te quiero como mi amigo; me has tratado bien, pero yo estoy buscando otra cosa”; le dijo Tibisay.

“Quiero llevarte a mi casa, pero no le digas a nadie”

Aprovechando que ella estaba libre la llevó a un terreno y a una pequeña casa en La Arenosa. Tibisay aceptó pensó que nada podía pasarle y que lo mejor era ir con él y no perder su amistad.

Pero en la pequeña casa y en el terreno, el taxista le dio rienda suelta a sus deseos. Luego de todo lo que le pasó por la mente la dejó sin vida. Cayó en ese laberinto de saberse culpable. “Igual haré algo para que nadie me pueda descubrir; Tibisay si no eras para mí no eras para nadie”.

Hizo una fosa y enterró el cuerpo de la joven percatándose que nadie lo había visto. Aquella noche llegó a la tasca y Marina le preguntó por Tibisay. “Estamos preocupados por ella, ella no estaba contigo” le dijo Marina.

Pero taxista le dijo “yo no la he visto estaba haciendo carreras en la ciudad, no sé nada de ella”. Las autoridades comenzaron a investigar a todos, “todos en ese bar, tasca o como se llamen son sospechosos”; dijo el comisario Benavides.

Espera y espera

Había transcurrido varias semanas aunque Marina acusaba al taxista, este insistía que Tibisay no estaba con él. “Yo no sé donde esta esa muchacha, con tantos hombres que vienen a este bar me van a acusar a mi”.

La policía no podía descifrar todo aquello, el taxista se cuidó de aquella acusación por Tibisay; de hecho siempre mantuvo que no había pruebas contra él. “Comisario por supuesto que la llevaba y la traía y me gustaba claro; pero yo no maté a esa muchacha”.

La acusación

Luego de varios años en aquel 2007 con una sonrisa en la cara, César estaba con una botella en aquella vieja casa en La Arenosa. “Hoy brindo por ti… que la gente ni sabrá dónde estás y yo estoy aquí contigo. Tibisay de mi alma”.

Se paró, echó un poco de aguardiente sobre el terreno y se empezó a burlar de todo. Cinco días después César quedaba detenido; la policía lo detuvo. Dos muchachos que agarraban mangos en el terreno de al lado escucharon al hombre. “Viste lo que dijo de el cadáver del terreno”.

El mismo confesó aquel horrendo crimen cometido y dijo a la policía que lo hizo por amor. No había ya oportunidad de negarlo. “Ella no me correspondía, nunca lo hizo, y por eso la maté. Tibisay es el cadáver del terreno”.

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