sábado, abril 20, 2024
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La pesadilla de Melissa en el sótano

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IOTA Latino
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No se imaginó la estudiante de ingeniería agrónoma lo que le vendría, la pesadilla de Melissa la vivió en 1980. Jusepín está apartado de Maturín en el estado Monagas, conocido como “el pueblo de los americanos”; era el escenario donde la joven vivió un mal momento.

“Siempre me traiciona la razón y me domina el corazón, no se luchar contra el amor”; cantaba Melissa, le gustaba las canciones de Camilo Sesto. Era una joven hermosa de tez blanca y ojos claros; su acento oriental marcado la hacía más llamativa a los caraqueños que visitaban la zona.

El núcleo de la Universidad de Oriente estaba cerca de su casa donde vivía con su madre y su padre; pero Oscar siempre estaba a su acecho era un viejo ingeniero civil retirado en la zona. Pretendía a la estudiante pero ella no le prestaba atención.

El hombre tenía cinco años viviendo en la zona y había comprado la casa pero pocos sabían de su vida. De hecho, la casa estaba sin pintar; Melissa desapareció un día, su madre, Isabel esperaba a la estudiante pero esta no regresaba.

De hecho, Isabel y Ramón aguardaban en la calle principal de Jusepín pero esta no llegaba. Salió Ramón a ver si encontraba a su hija. ¿Qué pasó Ramón?, te veo preocupado, le dijo Napoleón el bodeguero del pueblo.

La pesadilla de Melissa

Nadie sabía de la estudiante de agronomía la cual era una de las muchachas más queridas del pueblo. De hecho, el mismo Oscar fue a ponerse a la orden a la casa de Doña Isabel. “Le agradezco señor Oscar si sabe algo de mi hija”; pero el hombre respondió que no sabía nada.

Todo el pueblo de Jusepín salió a revisar toda el área cercana, en Campo de Las Moscas como en Campo petrolero nadie sabía nada de la estudiante. La angustia había tomado la casa de la familia de la muchacha.

Sacaron fotocopias a las fotos de la muchacha desaparecida para colocarlas en todas partes. Ya había pasado ya tres meses desde aquel lluvioso septiembre de 1980. Oscar siempre iba a la panadería a comprar pan duro. “Este hombre compra pan duro para el perro”; decía Napoleón el bodeguero.

Isabel y Ramón en apenas tres meses habían perdido de peso, en la casa de Jusepín, rezaban y pedían a Dios por la estudiante. Doña Isabel no perdía la fe de que su hija apareciera un día de la noche a la mañana.

Las pistas de Pedrito

Pedrito tenía nueve años se sabía todos los recovecos de Jusepín, incluso donde pasaban las tuberías de Lagoven. Pedrito era especialista en conocer los pájaros y saber cuándo cargaban las matas de mango. No olvidaba a Melissa su vecina, al estar cerca de la casa de Oscar escuchaba gritos.

Como pudo se acercó sin que las hojas secas lo delataran, la casa del ingeniero retirado no tenía cercas; y abría pocas ventanas. Como pudo escuchaba golpes que le daban a la pared; el jovencito salió en veloz carrera cuando Oscar abrió la puerta.

Su padre, Carlos pensó que eso eran bromas del pequeño y no le hizo caso. Pero Napoleón le escuchó y sospechaba de Oscar por los panes duros que compraba. ¿Y si esos panes es porque tiene a Melissa escondida en esa casa?; decía el bodeguero.

En efecto, Pedrito se acercó a la casa, observando un poco de fotos de mujeres que salían en las revistas de la época. Mientras Oscar decía… “esta noche esta será mi novia”, mientras veía una foto de Hilda Carrero.

La denuncia y el hallazgo

Todo Jusepín comenzó a sospechar de Oscar quien era el que siempre molestaba a la estudiante. Pero los mismos policías del pueblo decían que no se podía denunciar a una persona por sospecha.

Pero la denuncia de la desaparición de la muchacha estaba. Napoleón y Pedrito se acercaron a la casa del ingeniero. Y se escuchaban gritos desde abajo, “Mira Napo ve que no es mentira vé… escucha los gritos como que salen debajo de la tierra”. Napoleón tenía la sangre helada pero como pudieron entraron a la casa; esperaban que la pesadilla de Melissa terminara pronto.

Aprovechando las ventanas de las casas de Jusepín las cuales son muy inseguras entró a la casa mientras Napoleón lo esperaba. El jovencito escuchaba los gritos más cerca –mientras su corazón latía rápidamente-

La policía por fin llegó a la casa de Oscar y comenzaron a registrar; mientras Pedrito decía que los gritos se escuchaban en los pisos de un cuarto. No le quedó otro remedio que al hombre que abrir las puertas del sótano, tapadas con unas alfombras.

Allí estaba la estudiante la cual estaba cautiva desde hacía ya cinco meses; mientras Oscar veía con rabia a Pedrito y a Napoleón. Los cuales le descubrieron que tenía a la mujer escondida en su casa; así terminaba la pesadilla de Melissa.

La confesión

El hombre mantuvo a la estudiante cautiva, la alimentaba con pan y agua, además de que nunca abusó de la misma. “Yo nunca abusé de ella”, afirmaba el ingeniero.

Sigue leyendo ahora en nuestro portal:La casa rematada en Maracay


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