jueves, abril 18, 2024
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Crónicas criminales: la traición del motobanquista en Valencia

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Era mayo de 1992 en pleno calor por la temporada de lluvia; Héctor Mara soñaba con tener cada día más dinero. La traición del motobanquista no entraba en su vida; decía que era comerciante pero se dedicaba a otras cosas.

Solo tenían que tener un informante y una marca en la ropa del cliente y de allí a tener mucho dinero. Quería tener dinero y una organización criminal; la traición del motobanquista decía Héctor Mara que no podía ocurrir.

“Eso no ocurre aquí mi llave; entre nosotros no hay traidores. Solo somos personas que queremos surgir”, decía Mara. Pero la historia en su vida cambió; el supuesto comerciante nunca pensó que lo traicionarían.

En aquel tiempo la policía científica buscaba la manera de frenar; el negocio de los asaltos a bancos. Los mismos habían tenido un repunte desde 1991; la fórmula era fácil un soplón en el banco que le diera el aviso a la pareja que andaba en moto.

A pesar de que los celulares estaban llegando buscaban la manera; de que las personas en los bancos cayeran en juegos sencillos. El primero era marcarle las camisas con tiza, y también los maletines.

La traición del motobanquista, el código que existía

Wladimir era uno de los mejores bailadores de salsa que había; era animado y alegre y se creía la alegría de la fiesta. Decía que Gilberto Santarosa lo iba a buscar para hacer los coros; de las canciones y que llegaría a ser famoso como el boricua.

Pero en esos sueños le molestaba que Héctor Mara fuera el motorizado más rápido. Que fuera aparte de rápido el marido de Luisangelys. Luisangelys era una morena de bellas caderas; pero ella sería el código principal de la traición del motobanquista.

La muchacha estudiaba era aseada y era el bombón anhelado de Los Guayos; y las zonas vecinas. Ella soñaba con avanzar y quería a Héctor Mara; creía que era un comerciante honrado pero no sabia nada de sus negocios sucios.

En el banco… estaba Aníbal uno de los que la gente menos sospechaba; era el encargado de dar el aviso. Aparte de Ruperto un abuelo rematador de caballos un malandro viejo que colaboraba; con los jóvenes en los bancos en marcar a las víctimas.

Fue así como la pequeña banda se alzaba con 200 mil bolívares diarios; y “coronaban” en la semana un millón de bolívares, El trabajo era fácil y los muchachos junto al abuelo; se jactaban en tener dinero en la barriada guayense.

Ni hablar en los bancos donde Ruperto se hacía pasar; por ciego, como por enfermo mental y mediante un juego de señas con Aníbal marcaba a las víctimas. Fuera del banco venía el otro proceso, él de quitar el dinero.

Entre la amistad y la envidia

Esa noche se veía entre varios bancos y papeles Héctor Mara; soñaba con unos puñales bañados en sangre. Se despertó sobresaltado estaba sudoroso y frío; tenía miedo de una mala jugada del destino.

Pero ya estaba cansado Wladimir de ser el segundo en la banda; y de no tener el amor de Luisangelys. La traición del motobanquista venía pronto y del socio; en la avenida Bolívar despojaron de 400 mil bolívares a un médico.

Saliendo a veloz carrera de la agencia del Banco Progreso que estaba; a unos metros del Ateneo de Valencia. Con chaquetas negras y caso emprendieron la huida; se perdieron entre la Autopista llegando a Guacara.

Wladimir se baja de la moto con el maletín abrazado; y apunta a Héctor mientras se sorprende y sin mediar palabras le dispara varias veces. Agonizando se quedó pensando décimas de segundos mientras la vida de le iba…

No pensó que un traidor estaba en su organización y menos que lo dejaría sin vida; mientras moría en unos matorrales de Guacara. Semanas después la antigua PTJ daba con el cadáver del supuesto comerciante sin vida.

Continua leyendo:Crónicas criminales: El niño secuestrado en Valencia

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