Una deliciosa masa de maíz, unos bastones de queso blanco y una cremosa nata, son los ingredientes casi celestiales, que le dan vida a la creación del señor Rodulfo Rodríguez, quien cambió la perspectiva de comer la tradicional cachapa; para crear la octava maravilla culinaria del mundo: crujientes tequeños de jojoto.
Luego de probar unas arepas de maíz, no dudó en decir: “Vamos a intentarlo, vamos a hacer algo diferente”. Así que, mientras sus vecinos fungían como catadores gastronómicos, él iba en búsqueda de la mezcla perfecta. “Me decían que estaban ricos, pero a regañadientes (…) y seguí haciendo. Hasta que me dijeron: ‘Estos sí están buenos’”, exaltó.
Con esa idea en mano, el desempleo y el paro petrolero del 2002 jugaron a su favor para consolidar ese emprendimiento, “las colas para echar gasolina llegaban hasta aquí a la casa, esto era lleno de carros”, comentó. Así que, colocar un pequeño letrero que enamorara a simple vista y dijera ‘Tequeños de jojoto’, decretó el comienzo de un éxito rotundo.
Sin embargo, el señor Rodulfo de 59 años no soñó llegar tan lejos, “para serle sincero, no creía que fuesen a tener la fama que tienen ahorita, porque son famosos (…) Hasta congelados los han llevado a Francia, Estados Unidos, España”, resaltó con orgullo. Luego de 15 años de esfuerzo y duro trabajo junto a su esposa Gladys, sus 3 hijos y nietos, hoy este humilde negocio es una referencia culinaria en el estado Carabobo.
Tanto así, que en un mes pueden venderse hasta 20 mil crujientes tequeños. Estos están disponibles al mayor para cualquier evento social, o por raciones a partir de 6 unidades; donde cada uno viene envuelto delicadamente en una hojita de maíz, la cual no tarda mucho en desaparecer, junto a una nata bien cremosa y saladita que abre con broche de oro el primer mordisco.
“De domingo a domingo”
Tras 37 años en suelo venezolano, este señor no anhela volver a su natal Colombia, su espíritu trabajador lo mantiene de pie frente a sus dos negocios ubicados en el sector Girardot de Naguanagua, en la subidita de La Entrada, pues la segunda planta de su casa se transformó en un restaurant donde el menú criollo deleita a cualquiera.
Pero para mantener la calidad de su primera creación, Rodulfo Rodríguez se excusa en chequear muy bien la mercancía, pues “no me como uno, me como hasta diez”, confesó entre risas. Y además no titubea en afirmar con un orgullo irreversible: “tequeño de jojoto que usted vea por ahí, esos son de aquí”.
Y es que, aunque pudiera quedarse en casa descansando, desde las 7 de la mañana este señor se prepara para moler el maíz y arrancar su jornada laboral hasta las 6:30 de la tarde, “mientras yo pueda y el cuerpo aguante, yo voy a estar aquí todos los días”, concluyó.
Redacción: Raquel Almérida / Noticias24 Carabobo
