El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, ha sido investido este sábado como jefe del Estado para los próximos cuatro años. Orlando gobernará un país dividido en el que la oposición no reconoce su victoria electoral y donde crecen las voces que señalan el giro autoritario en su gestión.
Precisamente el miedo a las protestas marcó la ceremonia, y hasta pocas horas antes de su toma de posesión se desconocía la hora y el lugar desde donde juraría el cargo —con la mano sobre la Biblia— y se dirigiría al país —con la banda presidencial cruzándole el pecho.
Solo cuando apareció junto a su esposa y rodeado de guardaespaldas, se supo que la investidura sería en el Estadio Nacional. A pesar de que tiene una capacidad para 35.000 espectadores, el mandatario definió el acto como algo “sencillo”, alejado de la ostentosidad de otras veces. Esta vez se querían evitar los disturbios ante una potencial movilización de miles de personas.
La oposición, liderada por Salvador Nasralla y Manuel Zelaya, no reconocen los resultados de las elecciones del pasado 26 de noviembre que dieron la victoria al mandatario conservador por unos 50.000 votos. La Organización de Estados Americanos (OEA) pidió la repetición de los comicios ante las graves irregularidades detectadas antes, durante y después del día de votación.
Con información de El País
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