Eduardo se sorprendía en aquel 1980 ya que llegó una máquina de escribir a la redacción de los periódicos de Caracas. No tenía serial, y parecía un regalo, que algún desconocido mandó a una de las periodistas que había; pero esta había renunciado.
“Déjela aquí, yo la usaré”, le dijo a uno de los vigilantes. Acostumbrado a trabajar hasta tarde comenzó el uso de aquella máquina. Ya desocupado un poco en la madrugada se quedó un poco lejos pero seguía escuchando el teclear de la misma.
“Qué extraño”, dijo… escuché que alguien estaba escribiendo”. Aquella noche se retiró de la redacción y se marchó a la casa. Eran ya las dos y media de la madrugada. Pero asombró cuando entró a su carro.
En el puesto trasero de su Fairlane 500 estaba el forro de una máquina de escribir que reconoció con el logo de la que tenía en la oficina. “Pero yo no traje esto para acá”. Al otro día le pareció algo más espeluznante.
Llegó temprano y era como si alguien se había sentado a teclear en la máquina. ¿Alguien utilizó esta máquina?, pero ninguno de los periodistas le contestó. Horas después se asombraba cuando le daban los datos de la noticia que alguien había escrito.
Tragó grueso, mientras saboreaba un café, no quiso decir nada de la máquina y de lo extraño del reportaje. “Es como si alguien hubiese escrito lo que iba a pasar”, trabajó tranquilo y siempre se dormitaba un poco en la silla. Pero se asombró cuando escuchó que alguien que tecleaba otras máquinas. Pero cuando vio al pasillo no había nadie…
La máquina de escribir
Eduardo estaba un poco confuso, intentó hablar por teléfono con la periodista que le habían enviado la máquina pero esta no aparecía. Cuando llegó aquella tarde, vio que su nombre estaba escrito varias veces en una hoja blanca.
Eduardo, Eduardo, Eduardo… su nombre estaba escrito 13 veces… le pareció más extraño, y se fue a la calle a buscar noticias de sucesos mientras hablaba con los compañeros. Pero le pareció más espeluznante lo que le dijo Rubén uno de los periodistas.
“Había un hombre enamorado de esa periodista, y en esa máquina escribía las cartas de amor. Yo no sé como decidiste quedarte con esa máquina. Ese tipo desapareció hace unas semanas”. Eduardo estaba confundido y cada vez encontraba más noticias hechas cuando llegaba a trabajar.
Aquel día que había llegado a la redacción, ya había hablado con el jefe para sacar la máquina del lugar. Pero al llegar la misma no estaba… ¿Qué pasó con la máquina que estaba aquí”, pero nadie le contestó.
Hasta ahora, Eduardo, uno de los periodistas de sucesos que se encuentra retirado en Caracas sigue sin resolver aquel enigma de la máquina.
**Esta historia es ficticia, cualquier parecido con personas de la vida real es pura coincidencia.
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