Venezuela ha sido clasificada por expertos ambientales como un territorio “megadiverso”, y ese calificativo no solo alude a la pintoresca red de escenarios paisajísticos que la conforman, sino a la amplia gama de especies que la habitan.
Esa realidad supone ventajas naturales que fueron capitalizadas en el pasado, a través de prácticas ecoturísticas y programas de aprovechamiento de recursos naturales, pero la actualidad es otra.
Por ello, un grupo de venezolanos entendió esto y se puso a la vanguardia de la innovación tecnológica al servicio de la restauración de ecosistemas; de esta manera surgió un proyecto bautizado como “Biciola”.
Se trata de una bicicleta no convencional que limpia las playas de microplásticos contaminantes en la medida que busca cambiar la forma en que las comunidades perciben el tema ambiental y se involucran en las prácticas a favor de la conservación de ambientes naturales y de la biodiversidad.
¿Qué son los microplásticos?
Los ambientes naturales, sean frágiles o no, tienen enemigos silentes que en los tiempos que corren aumentan en forma y número como consecuencia de las actividades que desarrollamos los seres humanos, actividades que demandan cada vez más materiales y compuestos inorgánicos.
Los microplásticos entran en esa categoría, y se han convertido en una amenaza no solo para los ecosistemas y las especies que los habitan, sino para la salud de los seres humanos.
Los microplásticos son los residuos en los que se convierte un plástico cuando empieza a descomponerse por estar expuesto a la intemperie. Pueden medir menos de 5 milímetros y esto los hace casi imperceptibles a simple vista.
Tienen la capacidad de ocupar el agua, el aire y el suelo, y esto propicia las condiciones para que estén presentes en distintos eslabones de la cadena productiva, permitiendo en muchos casos su infiltración hasta los bienes finales de consumo humano.
¿Cómo surge la Biciola y de qué se trata?
Cuando Mariana Hernández Montilla, bióloga venezolana egresada de La Universidad del Zulia y estudiante de doctorado en la Universidad de Manchester, fue a Estados Unidos en 2015, la imagen de bienvenida fue un racimo de cambures y unas manzanas forrados en extensos rollos de plástico.
Esta situación se repitió en cada tienda de víveres que visitó, y eso despertó motivaciones que la llevaron a sumarse en las filas de los luchadores contra el uso excesivo de plásticos.
Esta bióloga con pasado en la Universidad de Los Andes, en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas y en Provita, unió esfuerzos con sus colegas Igor Castillo y Jemimah Rivera, a quienes se sumó la diseñadora gráfica María José Barrios, e inventaron una herramienta tecnológica para limpiar playas de microplásticos.
La Biciola funciona a partir de un sistema mecánico conformado por un cuerpo cíclico de ruedas y pedales, enclavado en puntos estratégicos de la playa, con un tambor manual que facilita el tamizado y extracción de unidades de plástico no mayores de 5 milímetros.
Una vez que los microplásticos entran en el tamiz ocurre un proceso de centrifugación que los separa de la arena limpia. El instrumento funciona como una bicicleta de gimnasio, por lo que es factible la puesta en escena de estrategias de desempeño y captación de voluntarios.
Biciola, acción ante la crisis
“Cuando empecé a indagar sobre las cantidades tan grandes de plástico que utilizamos día a día, especialmente los de un solo uso, entendí que tenemos un verdadero problema, entonces Igor me ayudó a calmar esa inquietud y le dimos forma a la idea de la Biciola”, explica Mariana Hernández Montilla.
Para Montilla, este proyecto trasciende el mero hecho de limpiar una playa y se arraiga en los estímulos que, como sociedad, debemos empezar a promover para despertar la consciencia ambientalista en la ciudadanía y acercarla a las posibles soluciones.
Pero además, el proyecto es en sí mismo una convocatoria abierta a equipos multidisciplinarios de trabajo en el ámbito del manejo y procesamiento de desechos sólidos, pues los microplásticos pueden ser sometidos a procesos industriales que apunten al reciclaje y la reutilización en distintos sistemas productivos y los reintroduzcan en éstos como nuevas materias primas.
La iniciativa Biciola fue uno de los 50 proyectos seleccionados por el Ocean Solutions Grants, a través de su plataforma Experiment, para recibir apoyo y asesoría en materia de educación ambiental y divulgación, así como un pequeño incentivo económico, sin embargo, como todo proyecto de innovación tecnológica, amerita una mayor inversión.
Este proyecto de Biciola puede ser, en definitiva, una bandera necesaria para que la ciudadanía venezolana se empodere de conocimiento y se haga partícipe de eso que, hasta ahora, le es tan etéreo: la acción ante la crisis ambiental global.
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