Eran las tres de la mañana cuando Henry le decía a su hijo con una enérgica voz… No Vayas a Voltear. Aquel jueves de septiembre de 1980 vivían en la avenida Boyacá en aquella Valencia apacible, pero su hijo Augusto insistía en voltear,
Varias figuras fantasmales parecían danzar al final de la calle, mientras ellos llevaban frutas para la venta. Augusto veía entre las sombras y la luz como había una gran cantidad de personas en la calle Independencia.
Había pensado en voltear mientras veía que su padre llevaba una carrucha con mucho cuidado de no hacer ruido. Las personas atrás parecían bailar… “es extraño están como bailando pero no se escucha música”.
El papá le vuelve a decir… “no pienses que hay música, olvida eso que estás viendo”… Mientras Augusto aun queriendo dejar de ver seguía volteando y viendo a lo lejos. Un hombre alto parecía danzar mientras una figura femenina estaba bailando en el lugar.
Seguían caminando por la calle Boyacá, la cual parece llegar a un punto de altura y luego comienzas a bajar si vas dirección a la avenida Cedeño. El frío le helaba los huesos al pequeño mientras sin miedo insistía en voltear.
No vayas a voltear… ¡ahora menos!
Ya cuando se aproximaban a la avenida Cedeño, volteaba para seguir viendo las mismas figuras las cuales parecían bailar en aquella oscuridad. Las figuras parecían estar viendo hacia donde estaban ellos…
Le heló la sangre lo que le dijo el papá… “te dije que ahora menos voltearas”… Las figuras parecían estar viendo hacia donde ellos se encontraban. Aun ya en una edad adulta Augusto indica que no sabe lo que vio aquella madrugada cuando caminaba con su padre por el centro…
“Solo recuerdo que mi abuela decía, si ves a gente bailando y no hay música no hay nada bueno en ese sitio”.
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