Hay quienes ven el mundo a través de la ventana de una red social. Si les dicen que en su sector está lloviendo, son capaces de afirmarlo aunque estén en el patio de su casa contemplando un sol radiante, porque terminan creyendo más en la realidad secundaria de las redes que en la realidad primaria en la que viven. Desde allí, desde la realidad secundaria, nos están bombardeando para tratar de robarnos la reserva armamentista más poderosa que tenemos: Nuestra alegría Caribe.
Si un hindú llega a graduarse en el Tecnológico de Massachusetts y consigue chamba en la NASA, los hindúes dirán «que depinga, tenemos uno de los nuestros triunfando en la NASA» y probablemente habrán publicaciones sobre la historia del joven de Nueva Delhi que llegó a gringolandia con 300$ y hoy diseña cohetes etc etc.
Pero si una venezolana se corona tres veces campeona de salto triple representando a Venezuela, hay un sector de la población y un bombardeo en redes sociales con sandeces como «bueno, pero ella no entrena en Puerto la Cruz sino en el Barça» o «bueno, ganó, pero usaba zapatos de la marca tal, y no unas alpargatas» o si un venezolano dirige la Scala de Milan como invitado, un grupito patético de la derecha dice «pero es que el es chavista porque la fundación de Abreu recibe donaciones del Gobierno» y otro grupo patético pero rojo rojito dice «ajá, pero lo patrocina la Rolex» para que siempre la sopa tenga una mosca que no nos deje disfrutarla del todo.
Si nos esforzamos por hacer una ley para visibilizar el lenguaje inclusivo, gente que tiene el Larousse en la casa para sustituir una de las patas de la mesa lo quiere sacar para defender la «lengua española» ignorando que lo que hablamos aquí es, en todo caso, castellano (de Castilla-La Mancha) porque español también es el Catalán, el Gallego, el Valenciano y el Vasco, ya que España es un país plurinacional unido por la vía de las armas en torno a un reino.
Todos esos ecos de amargura en redes sociales, comienzan ahora a ser teledirigidos , para golpearnos la alegría, nuestra mayor arma de resistencia que es la buena vibra.
Esa, con las que hicimos las colas en el paro petrolero, no porque nos alegrara hacer cola, sino que, ante el saboteo para provocar una guerra civil, nos reconocimos pueblo y nos íbamos a la cola con hielo, botellas de ventarrón o power ranger (porque polar desapareció la caña y la harina también) y nos pusimos a jugar dominó en la cola con bollitos de maiz pila’o picante.
Esa manera caribeña de ver el mundo junto con la irreverencia permanente y una solidaridad natural, es lo que ha evitado que la Operación Cóndor que le aplicaron a Allende triunfe en Venezuela.
Esto no significa, que debamos vivir negando lo negativo de la realidad como si fuésemos una mezcla entre Barnie y Juana la Iguana, alegres todo el tiempo. Las malas noticias seguirán siendo malas, la corrupción la desidia y la ineficiencia la debemos seguir combatiendo con crítica y acciones. Pero las buenas noticias hay que celebrarlas también.
No nos dejemos robar la alegría y la buena vibra que nos caracteriza como pueblo:
Yulimar es nuestra triple campeona de salto, es una de las nuestras brillando en el ranking mundial carajo.
Rompimos el Record Guinnes con la Orquesta Sinfónica más grande del planeta.
Tenemos 100% de vacunación en medio de la pandemia.
Serenata Guayanesa cumplió 50 años.
Volvió la Ópera al Teresa Carreño.
Las y los bachilleres siguen teniendo cupo universitario.
Se va Duque del gobierno formal de Colombia y llega Petro, ese será un mejor escenario para la frontera.
Falta poco para que Lula vuelva a Brasil.
Se fue Trump.
Seguimos entregando viviendas nuevas.
Y todo esto ocurrió, en medio de un bombardeo contra la economía y contra la alegría de vivir y ser Caribe.
Lo más arrecho de todo, es que no nos hemos dejado robar la sonrisa, eso vuelve loco al enemigo. Viva la Patria.