Carla salió apurada ya que iba un poco tarde a la oficina, la estación Chacaíto estaba llena y por supuesto los vagones repletos. Llegó hasta la línea de espera viendo el reloj, mientras se arreglaba un poco el cabello.
La joven administradora aun estaba a tiempo, el vagón llegó, entre el bullicio y los ruidos secos del vagón entró en el mismo. Colocándose cercana a la puerta, el vagón estaba lleno, mientras las personas pedían que se rodaran un poco hacia el interior del mismo.
Las personas seguían cercanas a la puerta, en eso Carla ve a uno de los profesores que le había dado clase en la universidad. El educador era muy conversador cuando ella estaba en la Universidad.
Este se abría paso como podía entre la gente, le llamó la atención verlo hasta con un traje ya que siempre este llevaba corbata. Pero la vio y la ignoró, y el sujeto llegó hasta la próxima estación y se bajó.
La estación Chacaíto
A Carla le llamó la atención, que este la ignorara si siempre en la Universidad conversaron de la carrera y de la “situación país”. “Debe ser que no me conoció”, dijo la joven, se bajó llegó a la oficina en la corredera y viendo el reloj.
Entre el estrés del trabajo y las cuentas de la administración siguió pensando en el profesor. Cuando de pronto recibe una llamada… Era Carlos uno de los amigos de la Universidad el cual le avisa a Carla de la muerte del profesor.
La joven respiró profundo… ¡yo lo vi esta mañana en el Metro!, mientras se sorprendía de aquella noticia. El hombre del vagón es una de las tantas historias que hay del subterráneo capitalino.
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