Sufrir de dislexia le abrió las puertas a un mundo completamente cromático y cinético. En aquel humilde hogar con techo de zinc y suelo áspero del Barrio Unión de Naguanagua, creció alguien poco convencional para la época de 1980, un personaje que por algunos temores llegó a rechazar su inalterable realidad.
Desde niño sus manos estuvieron entrelazadas con papeles, plastilinas, colores y pinceles, esto con el objetivo de reducir esa dificultad de aprendizaje que aún se divierte con su percepción. Pero el resultado fue otro, una contundente decisión que marcó “un antes y un después” en la vida de Javier Miranda, aunque sus padres no estuvieran del todo convencidos.
“Estaba en contra de hacer mis papelitos, mi origami, y que eso fuese lo único que la gente pudiese recordar de mí (…) Decidí que no podía seguir yendo contra la corriente de lo que yo realmente era. Y decidí pues, ser artista. Dedicarme al origami, dedicarme a los colores”, confesó.
En ese momento, Javier comprendió que el papel no sólo era útil para dibujar, sino que “te puede servir por sus volúmenes, por su tridimensionalidad”. A partir de allí, su pupila creativa ha concebido llamativas obras, abstracciones geométricas en papel y metal inspiradas en el arte milenario del origami, las cuales han sido y siguen siendo admiradas desde muchos rincones y fronteras.
“Todo está relacionado”
A la hora de materializar sus ideas, no hay imposiciones ni solicitudes exactas que se puedan complacer. “Cuando la gente me invita a su casa, yo voy, veo el entorno, veo la luz que tienen, y en base a eso creo la gama de colores que se va a utilizar”, resaltó. Pero sin dejar espacio a dudas, todo lo que Javier proyecte siempre estará involucrado con lo que transite por su vida, “con los colores, con lo que leo, con lo que veo”.
Sin embargo, desde el 2016, la llegada de su hija Miranda junto a su esposa Maritzabel Villegas, ha desplazado cualquier decisión artística que desee tomar, por lo que este artífice, quien también es publicista y comunicador social, confesó con ojos brillosos lo siguiente: “Ella es la que se encarga de absolutamente todo, ella es la que ilumina los movimientos, la que ilumina los colores ahora”.
“Sé de dónde vengo”
No ha querido olvidar su pasado, pues sabe que eso le permitirá estar firme ante la fama del egocentrismo, tampoco se escuda en léxicos elaborados para conversar de arte, ni se complica en desenrollar su ocurrente personalidad para regalar buenos momentos.
Así que después de tanto y de todo, hoy Javier Miranda observa sus manos y reafirma que se puede vivir del arte y ser feliz al mismo tiempo.
«Voy a seguir con mi sonrisa, con mis colores brillantes«, aseguró.
Redacción: Raquel Almérida / Noticias24 Carabobo