Héctor venía en su camión Ford 600 cuando este comenzó a fallarle, el mecánico de medianoche aparece caminando, cuando el reloj apuntaba la una con 13 de la madrugada. El camionero se sorprende.
“Buena noches” le dice un hombre con una braga azul, que escupía constantemente. Héctor aun sorprendido le pregunta que de donde salió. ¿Usted vive por aquí?, “si más adelante en una casita que está por allá”.
En plena madrugada y con la luz de la linterna alumbra el motor del pesado camión en plena recta. “No se preocupe, eso le va a costar unos cigarritos”, le dice el mecánico, el cual era un hombre bajo, canoso y de expresión bondadosa.
Héctor se sorprendía de la braga que cargaba el hombre, una braga antigua, manchada de grasa. Era como si venía de algún taller, y siempre esquivaba contestar cuando Héctor le preguntaba si había algún taller cercano.
Tras unos minutos, el hombre empezó a revisar con llaves y destornilladores, algunas conexiones. Hasta que le dijo… “prenda el motor creo que ya di con la falla”, en efecto Héctor se sorprendió que el motor sonará como nuevo.
“Se va poco a poco”, le dijo el hombre, Héctor sacó unos cigarrillos y dinero… “deme nada más los cigarrillos, el dinero se lo guarda”, le dijo el hombre. El motor del camión tronaba como si estuviera nuevo.
El mecánico de medianoche
“No se preocupe, vaya con Dios”, le dijo el hombre al conductor del camión. Héctor se sorprendía se conocía esa vía y no había en aquella recta ni casas ni talleres. “Que extraño todo esto”, dijo el camionero.
Héctor siempre que pasaba en la noche o en el día por aquella recta se sorprendía que no había casas y menos talleres. Hasta que uno de los camioneros le dijo lo que había visto, lo cual le dejó la sangre helada.
“No te asustes, dicen que ese señor murió en la carretera, y la casita que dice donde vive es una de las capillitas que está en el camino. El hombre es bueno con los que circulan por aquí, sobre todo con los que se accidentan”.
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