Clarivel aquella noche no pensó que viviría de cerca la leyenda de la niña del Transmilenio. Se había quedado en la casa de Sandro, el modisto que celebraba su cumpleaños. “No crees que sea muy tarde, quédate”, le dijo el cumpleañero.
Pero ella le dijo… “prepárame un café y me voy amigo, tengo que trabajar al mediodía”, dijo la administradora. Se acomodó el cabello, se pintó los labios y decidió pedir un taxi, era una mujer de piel canela muy sensual.
“Es un peligro que te vayas a esa hora”, le dijo Sandro… pero arriesgada salió y tomó un taxi ya tarde en la noche. A esa hora el taxista no tenía buenas intenciones con ella. “No sabe donde se montó esta muy bella”. Ella iba a la estación Bicentenario.
De hecho, el hombre empezó con frases indecentes… hacía ella y a piropear las piernas. “Si sigue con eso, va a ver”, le dijo ella. Tuvo miedo cuando el hombre intentó ir hacia ella.
La niña del Transmilenio
Pero entre el sudar frío y quedarse viendo al taxista… este se quedó en silencio. El hombre comenzó a ponerse nervioso y a mostrar miedo a lo que la mujer aprovechó para salir del carro. El sujeto presa de los nervios pisó el acelerador saliendo rápido del lugar,
Entró corriendo a la estación cuando de pronto una niña entra a verla… “Hola quédate tranquila, estas bien”, dijo la pequeña. Clarivel estaba sorprendida de ver a la niña bien vestida y sola. “Tranquila yo te cuidaré”, le dijo.
La niña no quiso hablar de sus padres, como tampoco de que hacía allí a esa hora de la noche. Momentos después la pequeña desapareció del lugar, tiempo después la administradora se enteró de esta leyenda.
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