Eran las dos de la mañana cuando Camilo caminaba con sus manos en los bolsillos, la parada final del autobús estaba solitaria. No imaginó que a esa hora podría pasar un autobús… era precisamente el autobús número 13.
Estaba en una de las paradas solitarias de Ciudad de México, cuando ve que el bus viene con las luces apagadas. El ruido fuerte del motor, y la oscuridad del mismo hace más espeluznante la escena. La puerta se abre… ¿quién dijo miedo?, dijo Camilo y se subió.
Saca dos monedas de su jeans y no logra verle la cara al conductor, la respuesta de este fue fría… ¡a esta hora no pagas!. Se quedó sorprendido al ver que iba gente en los asientos pero vestidos de manera elegante.
Tragó grueso… y decidió sentarse en uno de los asientos que estaban solos. El frío, la neblina tapó la ruta. Sentía pesadez en el cuerpo, las personas iban viendo por la ventana. Pero la pareció extraño ver a las personas descalzas… ¡no llevan zapatos!.
La parada final del autobús
El frío, el olor a madera que había en el autobús despertaron en Camilo una sospecha, tuvo miedo, no sabía dónde iba debido a la neblina. Su corazón palpitaba fuertemente, el bus iba a toda velocidad.
Mientras el estruendo del aluminio sonaba fuertemente, Camilo estaba preso del miedo… se levanta del asiento. El conductor del bus baja la velocidad… ¡te vas a ir con nosotros o no!. A lo que Camilo respondió… ¡no, deténgase!.
En el medio de la noche a las cuatro de la mañana en el medio de la nada se bajó del extraño autobús. El 13 arrancaba dejándolo solo en la vía, un camionero se detuvo para auxiliarlo. Mudo del susto, el conductor de la gandola le dice: “solo viste el autobús número 13”.
La leyenda cuenta que hay personas que se suban a ese autobús y pasan el susto de su vida. El mismo es un autobús fantasmal que transita en las solitarias calles de Ciudad de México. “Menos mal no llegaste a la parada final”, le dijo el gandolero.
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