Augusto salía de la lucha libre en Caracas, sin máscara, nadie lo conocía ya que era El Diamante Verde. Incognito por la calle en aquellos años donde la lucha era el deporte favorito de grandes y pequeños.
“Crees que eso no duele, salgo bastante lastimado de allí”, decía el hombre. “Si pero ganas bien y deberías de invertir el dinero, Leoni va a quitar la lucha”. Le decía otro luchador conocido Rey de La Selva.
“Si la quitan, nos vamos todos a la ruina”, decía Augusto, estaba preocupado, pero le encantaba la fama. Iba a los canales como CVTV para ser entrevistado como fanático donde protegía su identidad. Era uno de los más buscados a las afueras de los gimnasios.
“Eso me preocupa, tengo dinero, pero temo perderlo, me encanta la fama y que me pidan autógrafos”, decía a los demás luchadores. “No podemos hacer nada, el decreto es inminente, todos los luchadores quedaremos sin trabajo”.
Aquel día llegó, Diamante Verde, prefirió quedarse encerrado en el pequeño apartamento que había comprado. Hubo fiestas y derroche de dinero, donde veía los billetes de bolívares gastar en banquetes, viajes a La Guaira y las apuestas.
“Y ahora Diamante, tendrás que volver a la pieza en Chapellín otra vez”, decía Rey de la Selva, otro luchador que estaba preocupado. Poco a poco vio como todo el mundo le iba dando la espalda.
El Diamante Verde y las dolencias
No olvidaba todo lo que había vivido mientras su cuerpo acusaba dolencias cada día en las piernas, y el cuello. “Todo el día tengo que estar tomando pastillas y haciéndome vendajes”. Poco a poco el dinero iba desapareciendo.
Ya en los canales de televisión no le daban entrevistas y tampoco en radio. “No queremos nada con los luchadores, Leoni quitó todo eso”. Fue pasando el tiempo había vuelto a Chapellín.
En los años ochenta, Diamante vagaba por las calles caraqueñas donde estaba ya con la mirada olvidada. Las personas se asombraban de las historias de lucha libre que contaba el gladiador del ring. Harapiento, olvidado y sin dinero se veía transitar por Sabana Grande hasta que de el no se supo más nada…
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