Vocación, paciencia, dedicación y sobre todo mucho amor, son algunas de las cualidades que debe poseer quien decide emprender la carrera docente. De esta manera Cristina Nieves, maestra con 36 años de servicio, dejó sentado que ejercer esta hermosa profesión implica mucho más que un compromiso, “requiere dar todo lo que uno lleva dentro para transmitirlo de la mejor forma a cada uno de nuestros niños”.
Y es así como desde un 15 de marzo del año 1981, “La Mae Cristina” – como cariñosamente le dicen sus alumnos – entendió que no se había equivocado de profesión, al complementar el equipo de trabajo de la profesora Mirna Rodríguez, quien en ese entonces le dio la oportunidad de trabajar en el “Centro de Educación Inicial Santísima Trinidad”, ubicado por aquellos años en la 4ta. etapa de Ciudad Alianza. Un jardín de infancia en el que los niños de la localidad podrían iniciar su primer aprendizaje escolar.
Relata que un día se enteró que estaban buscando docentes para integrar la plantilla de preescolar próximo a inaugurar por parte de la profesora Mirna, presentó su currículo y de inmediato arrancó las clases junto a otra señora de nombre María. Además, rememora que el inicio no fue fácil, “teníamos apenas nueve niños muy tiernos, que en ese entonces me motivaron e impulsaron para educar, formar, capacitar y enseñar valores éticos, morales, sociales y buenas costumbres”.
Nieves recuerda que la meta era dar a conocer el CEI Santísima Trinidad y aumentar la matrícula estudiantil, por lo que decidieron emprender el proyecto a través de la publicidad en pancartas, volantes y afiches, yendo de casa en casa para ofrecer el servicio de guardería y preescolar, señaló la docente al tiempo que sostuvo que a la par tuvo la oportunidad de dar clases en otros centros educativos, como la U.E Alonso Díaz Moreno y el preescolar Blancanieves, siendo el CEI Santísima Trinidad su verdadera casa de trabajo y a la cual le ha dedicado casi cuatro décadas de trabajo.
Destacó que su mayor satisfacción radica en poder instruir y acompañar a los niños, viéndolos crecer y aprender día a día, sabiendo que las enseñanzas han influido de manera positiva en su formación como personas de bien. Apuntó que es ella la responsable de enseñarles a los pequeños de entre 4 y 5 años, los métodos para que se inicien en la lectoescritura. “Nuestro interés es que todo niño que egresa, salga preparado, que esté familiarizado con el abecedario, que haya aprendido a leer y escribir; de eso nosotras somos garantes, por lo que nos esforzamos con amor y tesón para que esto sea así”, precisó.
Altos niveles de amor y paciencia
Para esta guacareña, oriunda de la parroquia Yagua y madre de tres hijos, ser un educador de nivel preescolar demanda elevados niveles de paciencia, carisma, creatividad, entusiasmo y sobre todo mucho amor por los niños y la educación infantil. Un maestro debe entender, tanto las necesidades de sus alumnos como de sus padres, ya que los niños se desarrollan y aprenden a velocidades muy distintas, lo que implica ser pacientes con cada uno de ellos, ya que no es sólo su aprendizaje lo que está en manos de la maestra, sino también su bienestar y seguridad; actuaciones que resultan gratificantes al poder trabajar rodeados de la inocencia, cariño y ternura de los pequeñines.
En este sentido, la maestra reveló que cada vez que egresa una nueva promoción, está convencida de que es un ser feliz, “soy feliz haciendo lo que me gusta, obtuve mi título de bachiller docente en la Escuela Técnica Nacional Enrique Delgado Palacios, para convertirme en maestra normalista. Después tuve la oportunidad de estudiar en la Universidad Bolivariana de Venezuela, en donde recibí mi licenciatura de Educación Inicial”.
Todas las metas alcanzadas en su vida, le permitieron reafirmar a la entrevistada que el diario transitar siempre brinda nuevas oportunidades para dar, proyectarse y superarse, “he trabajado con amor y pasión, con base en los valores, y si eres madre y ejerces esta profesión, sabes que es más fácil manejarla. Debes ganarte el respeto de los chiquillos sin asustarlos y saber controlar una clase mientras mantienes las actividades educacionales y la diversión”.
Un día a la vez
Cristina Nieves manifestó que quienes comparten su amor por la enseñanza deben preocuparse tremendamente por el progreso y bienestar de cada uno de “sus hijos”, como les llama a los alumnos. Afirmó que cree -hasta ahora- haberlo hecho bien debido a que en la calle muchas personas se le acercan a saludarla con afecto y a recordarle que gracias a ella aprendieron a leer y a escribir, “es tanto así que esos muchachos que hoy día son profesionales y tienen su propia familia, han confiado la educación de sus hijos en mí. A mis hijos les di clases, mi trabajo es en verdad gratificante”.
La rutina laboral para esta ejemplar mujer comienza mucho antes de las 5:00 de la mañana, hora en que inicia su preparación para emprender su jornada laboral, porque debe estar en el plantel antes de las siete para recibir con mucha ternura a “mis hijos”, como cariñosamente les dice a los chicos. Luego, desayuna junto a los de su clase, pero antes hacen una oración por la obtención de los alimentos y les inculca los hábitos de higiene, como el cepillado de dientes, aseo de sus manos y de allí a su diaria planificación, en la que cantan y les permite expresarse a sus alumnos.
Asegura que una experiencia inapropiada en el nivel preescolar puede realmente comprometer el futuro educativo del niño, por lo tanto, siempre se debe hacer lo mejor para estimular y fomentar su aprendizaje, sabiendo individualizar cada necesidad y enseñándoles respeto, igualdad y compañerismo, insistió la Mae Cristina.
De la ciudad que la vio nacer, expresa sentirse complacida por los cambios que ha experimentado en los últimos años. Añadió que no es la misma, ha crecido y progresado al paso de su gente: “He notado que el alcalde Gerardo Sánchez ha puesto empeño en su transformación; en Yagua estamos conscientes de que se ha preocupado por querer hacer las cosas bien, por lo que lo animo a seguir trabajando por todos los guacareños, ya que aún faltan cosas por hacer y camino por recorrer. Las ganas están y eso se nota”, remarcó.
Al consultársele qué sabor le dejan todos estos años de enseñanza, contesta sin titubeos: “Hoy doy gracias a Dios por haberme permitido compartir muchos años junto a mis niños y dejar una huella en sus vidas, contribuyendo en su educación para que sean mejores personas, sin traumas y tengan una visión bien linda, acorde a sus nuevas etapas”.
Para esta guacareña que ha tenido la responsabilidad de formar varias generaciones desde su más tierna infancia, lo más importante de su apostolado consiste en “descubrir que ellos pueden transformar tu día a día en un cúmulo de felicidad, es algo que vale la pena seguir experimentando, seguiré adelante cumpliendo la misión de enseñar hasta que Dios me lo permita”.
Con información de Prensa Alcaldía de Guacara