Cada ocho de noviembre se conmemora el Día Mundial de la dislexia, dificultad que padece alrededor del 5% de la población mundial.
La dislexia es un trastorno de origen neurobiológico con una gran carga hereditaria que afecta al aprendizaje y que supone una dificultad persistente en la lectura y escritura que suele ocasionar problemas desde la escolarización. Se estima que entre un 10% y un 15% de la población general podría padecer algún grado de dislexia.
Para la clasificación internacional de enfermedades en su décima versión (CIE-10), los disléxicos manifiestan de forma característica dificultades para recitar el alfabeto, denominar letras, realizar rimas simples y para analizar o clasificar los sonidos. Además, la lectura se caracteriza por las omisiones, sustituciones, distorsiones, inversiones o adicciones, lentitud, vacilaciones, problemas de seguimiento visual y déficit en la comprensión.
Según explica la educadora infantil, terapeuta de psicomotricidad y fundadora de la Asociación Dislexia y Familia (Disfam), Araceli Salas, los niños se enfrentan en primaria a la lectoescritura, que supone la necesidad de recordar los sonidos que se asocian a cada letra, y cuando se presentan dificultades para memorizar, vienen las primeras dificultades en el ámbito escolar.
“No hay dos niños ni dos adultos iguales en lo que se refiere a la dislexia que padecen”, señala Salas sobre la singularidad individual del trastorno y aclara que la dislexia puede venir acompañada de otras dificultades como las alteraciones en la memoria a corto plazo, los problemas de lateralidad (no se distingue bien entre derecha e izquierda) o una peor motricidad.
Entre quienes padecen dislexia se presentan también características comunes como una mayor creatividad, un pensamiento más afín a las imágenes y lo visual y una mayor capacidad de intuición. La inteligencia de estos menores y adultos con dislexia está preservada e incluso superan la media en muchas ocasiones.
Los estudios de neuroimagen en los que se ha comparado el funcionamiento cerebral en personas con y sin dislexia han mostrado que el cerebro de quienes padecen el trastorno no procesa igual la información referida a la lectura, escritura o espacio que aquellos que no lo padecen. Además, la comunidad científica ha identificado ya diversos genes que influyen sobre el desarrollo del trastorno.
La dislexia es crónica y no existe cura aunque sí un abordaje que proporcionan educadores, pedagogos, logopedas y que se basa en un aprendizaje multisensorial, asistido por las nuevas tecnologías y las nuevas tendencias educativas que fomentan las inteligencias múltiples y la cooperación que deja atrás el sistema tradicional de enseñanza basada únicamente en lo escrito.
Detectar la dislexia a tiempo
Salas señala que si no se diagnostica en las primeras etapas escolares y comienzan las dificultades para aprender a leer y acceder a los contenidos educativos el nivel de ansiedad de estos niños va en aumento.
“Son niños listos que se dan cuenta de que los demás van más rápido y en esta comparación su autoestima queda muy perjudicada”, apunta Salas que hace un llamamiento no sólo a padres sino también a la comunidad educativa y sanitaria a través de los pediatras para tomar conciencia de un problema que se convierte en social cuando estos niños crecen y tienen dificultades en todas las esferas de su vida.
Con información de Noticia al Día