Plazas y gimnasios de la ciudad de Boa Vista, al norte de Brasil se ha convertido en el hogar improvisado de miles de venezolanos que llegan a este país, en búsqueda de una mejor calidad de vida.
Ciento de personas se encuentran empleos que les garantice un mejor vivir, sin embargo, la realidad es otra, pues tienen que subsistir en precarias condiciones.
«Me duele lo que está pasando en mi país, Y yo sí quiero regresar, porque allá está mi mamá, mi hermanito. Yo me vine por lo que estaba explicando, no me daba el dinero y no quería que mis hijos murieron de hambre como ya están muriendo muchos hijos desnutridos», así lo afirmó Mónica Becker, inmigrante venezolana.
Muchas de las personas que se encuentran en estos lugares son profesionales, padres de familia que requieren de la ayuda de los entes gubernamentales y organizaciones que les defiendan sus derechos.
En 2017 el flujo migratorio explotó y ocupó plazas, parques y esquinas de esta tranquila ciudad de 330.000 habitantes.Las autoridades afirman que no tienen las condiciones para recibir a tantas personas.
Por su parte, la alcaldesa de Boa Vista, Teresa Surita, aseguró que en dicha ciudad residen cerca de 350.000 habitantes, «y tenemos más de 40.000 venezolanos dentro de la ciudad. Imagine también que estamos a 200 km de la frontera y a 800 km de la ciudad más grande, que es Manaos. Las distancias en Brasil son muy grandes y llegamos a nuestro límite. No tenemos cómo dar asistencia a esa cantidad de gente”
La semana pasada el gobierno federal anunció un plan de redistribuición de los migrantes. El proceso debe comenzar en los próximos días.
Con información de 2001