Willie Francis, un asesino juvenil con tan sólo 16 años tuvo que ser electrocutado dos veces en la silla eléctrica en el lapso de un año.
Al Francis, un jovencito afroamericano lo trasladaron el 3 de mayo de 1946 desde el corredor de la muerte a la silla eléctrica. Dos años antes las autoridades de Luisiana lo habían capturado. Todos los indicios lo responsabilizaban por el asesinato del dueño de la farmacia donde él trabajaba como mensajero.
Tras ser sentado en la silla y maniatado con las correas, el funcionario encargado de su ejecución activó la palanca. Pero los testigos presentes en aquel ajusticiamiento quedaron atónitos.
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El asesino juvenil que se mostraba nervioso comenzó a chillar. Pedía a gritos que le quitaran las correas. Sin embargo, el encargado de la ejecución aumentaba la intensidad de la caca eléctrica.
Era la primera vez que fallaba la silla eléctrica en medio siglo que tenían utilizándola como método para ejecutar a delincuentes. Luego se aseguró que el inconveniente se produjo por impericia del verdugo que no supo conectar los cables. Se dijo que se encontraba bajo los efectos de unas copas.
Apelación del asesino juvenil
La borrachera del empleado impidió que el asesino juvenil falleciera aquel día. Las autoridades pospusieron la fecha de ejecución, razón por la que Francis apeló ante la Corte Suprema de Luisiana.
El condenado aseguraba que el proceso estuvo plagado de errores. Alegó que la Fiscalía había desaparecido el arma incriminada y en su lugar le sembraron un revólver que pertenecía al ayudante del sheriff. También afirmó que le obligaron a firmar su confesión.
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Sin embargo, la apelación la declararon sin lugar. Francis quedó otra vez en el corredor de la muerte. El 9 de mayo de 1947, un año y seis días después del fallido primer intento, electrocutaron al asesino juvenil. Esta vez no hubo errores.