lunes, noviembre 25, 2024
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El ataúd viviente, el entierro orgánico que sirve de composta

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IOTA Latino
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La iniciativa de construir un “ataúd viviente” permitiría reconectar este rito de la muerte con la tierra. Gradualmente los entierros han sido sustituidos por los “encementamientos”. La pala de cargar tierra, se convirtió en pala de hacer mezclas. El enterrador ahora es ahora una suerte de maestro albañil que se encarga de colocar placas y capas de cemento sobre el difunto, para asegurar su aislamiento del polvo originario.

Una start-up holandesa, Loop, en colaboración con dos cooperativas funerarias del país, acaba de presentar un «ataúd viviente» que permite prolongar nuestra simbiosis con la naturaleza más allá de nuestra muerte. El ataúd está compuesto fundamentalmente por micelio, la red de filamentos que componen la mayoría de los hongos. Su proceso de descomposición es rápido una vez bajo tierra, y convierte todo lo que contiene en abono. Un artículo de Magnet describe la iniciativa.

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Diez años aproximadamente tarda en descomponerse el cadáver de un humano enterrado. Según Loop, su ataúd viviente reduce el proceso a poco más de tres años. En el camino, todos los enseres y las pertenencias del difunto, como la ropa, se consumen en el proceso. La clave reside en su carácter sostenible: el micelio enriquece el suelo, cual fertilizante, haciendo de nuestro cuerpo una suerte de composta en lugar de un amasijo de madera, plásticos y textiles.

Composta de ataúd viviente

El ataúd de Loop extiende el largo listado de proyectos interesados en «compostorizar» los cadáveres humanos. Estados Unidos cuenta con una iniciativa similar, Recompose, dedicada también a la producción de sarcófagos que aceleran la descomposición de los cadáveres. En su caso, presumen de reducir el proceso a apenas 30 días. La idea es idéntica a la de Loop. Se trata de un entierro con menor huella medioambiental y permite transfigurarnos con la naturaleza.

El proyecto del ataúd viviente encaja dentro de la idea de una muerte “orgánica”, la cual ha venido ganando adeptos. Los entierros en bosques y espacios al aire libre, lejos de los rigores de la aburrida burocracia, ha logrado aceptación en Estados Unidos. Su atractivo también es económico. En España morirse es caro (más de 3.000€ de media en el país, aunque varía según la región) y las alternativas o bien son poco sostenibles (incineración) o poco atractivas (fosa común).

Retorno a la tierra

El concepto de este tipo de entierro encierra una actitud más natural y amigable frente a nuestro destino inevitable. Después de todo se trata de un retorno a la fuente primigenia. Es absurdo que como habitantes del planeta Tierra rechacemos la entrega a su regazo.

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Un equipo de la Universidad de Tennessee lleva varios años estudiando el impacto de 150 cadáveres enterrados bajo las profundidades de un bosque. Sus conclusiones preliminares son muy interesantes. Generan «islas de descomposición» que liberan nitrógeno y otros metabolitos alterando el crecimiento y el aspecto de las plantas en la superficie. Es un mejor descanso que reposar tapiados por placas de cemento industrial.

 

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