Unos abuelos que residen en el sur de Valencia se la ingenian para comer. A sus 80 años, solo logran lo necesario para subsistir; ya que la pensión no les alcanza.
Urpanio Rosales de 84 años y su esposa Ernestina Pérez de 80 años viven de la buena voluntad de los vecinos, que solidarios les llevan un plato de comida. A pesar que el señor sale cada mañana rebuscarse y conseguir algo.
Rosales sale a los locales comerciales que están en el sector Antena del barrio El Impacto, al sur de Valencia, allí limpia los comercios o recoge la basura; por ello le pagan con un paquete de comida.
Mientras que Ernestina se la pasa en la casa sentada o en su cama por una dolencia en la rodilla izquierda y le imposibilita movilizarse. Tampoco puede acudir a un médico para un chequeo general; por ello no sabe qué puede tomar.
El cocinero
Urpanio Rosales dice con alegría que “Yo soy el cocinero”. Aunque, tiene meses sin gas y si llega no tiene el dinero para comprarlo; solo cuenta con una cocina eléctrica, lo único que hace es fallar.
Su vivienda es humilde y refleja la precaria situación que viven los abuelos en el sur de Valencia, pues ellos se la ingenian para comer. “Aquí comemos solo una o dos veces al día”, expresó Urpiano.
Tampoco tienen agua y muchos menos un baño, y por ende la pareja de ancianos deben hacer sus necesidades en otras parte. Contó que “Yo hago mis necesidades en una bolsa y ella en un pote porque no se puede mover de la cama”.
Sin perder la fe
A su edad y cansados, Ernestina le pide a Dios y al Ángel de la Guarda, no por ellos o que mejoren su situación, sino por aquellas personas que los ayudan a diario. “Vivimos de la buena voluntad de la gente, de los vecinos que nos traen comida”.
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