domingo, noviembre 24, 2024
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La última media naranja

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Era el año 1995, Reinaldo estaba ilusionado con su media naranja, tenía todo planeado; el conocido contador de Caracas era aficionado al trote, hacer acrobacias, tenía 27 años pero tenía una elasticidad de 18 años.

El contador estaba ilusionado con pedir la mano de Mariela el 11 de febrero, ella le insistía el por qué del 11; pero el trabajo ocupaba a ambos novios. El en la oficina de contaduría en Chacao y ella periodista en una de las emisoras radiales de aquellos años.

Solo se verían el 14 de febrero para compartir una cena y darse cariño, besos y abrazos. El contador había planeado llegar al viejo Hotel Humboldt el cual es como un observador de la ciudad. “Vamos a subir hasta allá… Humboldt vamos por ti, voy a pedir la mano de mi amada allá”; decía Reinaldo.

Con unos ahorros compró el anillo de compromiso… “deme uno que mi amada quede impactada”, decía en una de las joyerías de Sabana Grande. Reinaldo amaba Caracas y estaba enamorado de Mariela. Ni hablar de ella que le correspondía en grande, querían casarse tener hijos y ser felices.

“Ese día mi amor quiero que sea inolvidable, quiero que sientas que te amo”… decía Reinaldo. “Amor yo sé que me amas, está bien subimos el Ávila y llegamos hasta allá, ¿pero vale la pena?”. Mariela y el contador vivían apasionadamente su noviazgo… de verdad se amaban.

La última media naranja

Mariela tenía 24 años, unas noches antes tuvo un sueño donde soñaba que perdía al amor de su vida. Luego de un café pensó que lo mejor era olvidar aquello, “mi Reinaldo es eterno, no lo puedo perder”, decía la famosa periodista.

Una rosa, un peluche, una tarjeta, cartas de amor, chocolates le enviaba Reinaldo a la radio donde trabajaba Mariela. “Loco… te amo y siempre lo haré” pensaba Mariela al ver tantos y tantos regalos.

Ambos trotaban y se sabían las subidas secretas para llegar hasta el olvidado hotel. “Mira el reto es llegar hasta allá”, decía Reinaldo… “Tú estás loco, ¿subir hasta allá? Para eso nos quedamos aquí y nos vamos a la playa”, decía Mariela.

Pero no, Reinaldo quería subir hasta la cúspide y desde allí gritarle que la amaba. Todo lo tenía calculado para ese día, ya de allí entregarse al amor, vivir en Venezuela, tener dos hijos y vivir en grande.  «Si sueñas mi amado contador«, le decía Mariela antes de fundirse en un beso. “Tú eres mi media naranja”, decía el.

El triste día

Poco a poco comenzaron a subir; la idea era llegar hasta el olvidado hotel, ver cómo era todo aquello. Se sabían las subidas secretas que tenían los conocedores del imponente Ávila. La hora de llegada al lugar era como a la una de la tarde. Reinaldo y Mariela iban poco a poco.

Ya cuando llegaron a la solitaria construcción de la época de Marcos Pérez Jiménez, suspiraron y se vieron para darse un abrazo. Reinaldo salió corriendo, Mariela tuvo miedo… ¡no te vayas! El hombre entró al hotel corriendo quería subir a uno de los pisos superiores…

Mariela se quedó en silencio… esperándolo cuando lo vio asomarse a una de las ventanas… por un lado tuvo miedo pero esperó. “Yo te amo y te voy a amar para siempre”… Reinaldo se asomó mucho más mientras sacaba del koala el anillo de compromiso…

La enamorada estaba feliz de verlo, pero el susto no le pasaba… ¡ya baja de allí, por favor!. Pero el sitió donde estaba parado era un aluminio viejo no soportó el peso de Reinaldo quien cayó al vacío…

Mariela sintió que se le iba el alma… vio como su enamorado moría en aquel solitario lugar. Luego de muchos años la periodista caraqueña sigue solitaria… recordando a su enamorado del Ávila.

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