Héctor corría con fuerza al escuchar a los hombres de hojalata los cuales se acercaban al paso lento en aquel centro valenciano. Escuchaba como si pisaran un pedazo de lata y luego como si la unían a otra…
Las personas no decían nada mientras aquel frío entraba con fuerza en la calle Independencia de Valencia cruce con Boyacá. Felicia le decía a Héctor… “te dije que dejaras la corredera que esos hombres anuncian lo malo”.
La leyenda se había hecho famosa y mucha gente se negaba a creer en ella… pero en horas de la noche al escuchar el seco sonido del aluminio se persignaban. ¿Qué es ese sonido?, decía Francisco, uno de los profesores que vivía en las cercanías de la calle Vargas.
Los misteriosos hombres de hojalata
“Yo no sé que sea”, decía Pablo, un viejo farmacéutico quien dijo que cerca de la plaza Bolívar había escuchado ese sonido del pedazo de acero. Pero aquella leyenda de aquellos misteriosos hombres se hacía famosa en aquella Valencia.
Valencia que por cierto se veía con neblina en las cercanías de la calle Martín Tovar, Girardot y Anzoátegui. El que había escuchado el sonido del acero se persignaba ya que lo ligaban al algo malo. “Eso no anuncia nada bueno”, decía Roberto…
“Es que eso no es nada, yo me voy a quedar hasta tarde para ver qué es eso”, decía Héctor. ¡Tu eres loco muchacho, que sabe uno quiénes son esos!, decía Felicia. Pero Héctor se empeñaba en decir que si podía.
Contra el frío pero esperando…
Cercano a la medianoche y contra todo, Héctor caminó varias cuadras hasta que escuchaba el sonido seco de las latas. Respiró profundo… y temía encontrar a varios hombres… y aunque no sabía cómo enfrentarlos esperó…
Su corazón latía fuertemente cuando escuchaba a los hombres hablar… se acercaban donde estaba… temblaba de miedo. Pero cuando los vio frente a frente se sorprendió cuando miró a tres hombres que cargaban con chatarra en sacos viejos
Los mismos recogían la hojalata que colocaban en algunos de los techos de las viejas casas para llevárselas. “Quédese tranquilo… no ve que lo que estamos es trabajando; no crea en leyendas”, le dijo uno de los hombres…
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