Cuando Yogi fue puesto a la venta, llegó un joven universitario quien lo vio tan pequeño e indefenso, que no dejó que nadie se llevara al animalito para comérselo. Entonces, para salvarlo, decidió comprarlo junto con otra cría de vaca llamada Boo Boo.
Inmediatamente los subió a la parte trasera de su carro, ya que no tenía otra forma de transportarlos. Visitó granja por granja, en búsqueda de alguna familia que quisiera cuidarlos y adoptarlos.
Finalmente, llegó hasta el santuario “Funny Farm” en Nueva Jersey, donde adoptaron a ambas crías. Para suerte de Boo Boo, una familia lo adoptó un par de días de su llegada y ahora vive en una granja de 200 hectáreas por las que podrá caminar libre el resto de su vida.
El ternerito Yogi, quedó viviendo en el santuario. En su nuevo hogar, este becerro subió de peso y cada vez se hace más grande. Y no tan sólo se ganó el corazón de los humanos, sino que también de todos los animales que viven en el lugar.
Con información de Upsocl