La Familia de la defensora de los derechos de las mujeres, encontrada muerta en un lago canadiense, pidió a la policía reabrir la investigación.
Fue el regreso a casa que nunca quisieron. Hace cinco años, Karima Baloch huyó de Pakistán después de que su labor como destacada activista por los Derechos Humanos pusiera su vida en peligro. El domingo 24 de Enero por la mañana, en la pista del aeropuerto de Karachi, fue devuelta por fin a su familia.
Pero aunque yacía sin vida en un ataúd de madera, los agentes de seguridad paquistaníes confiscaron su cuerpo durante horas. Luego, su ciudad natal en Baluchistán fue puesta bajo el control de fuerzas paramilitares, se impuso un toque de queda en la región y se suspendieron los servicios móviles, todo para evitar que miles de personas asistieran a su funeral. Estaba claro que, incluso muerta, Pakistán veía a Baloch como una amenaza para la seguridad nacional.
La noticia de la muerte de Baloch, de 37 años, cuyo cuerpo fue encontrado flotando en el lago Ontario de Toronto el 21 de diciembre del 2020, conmocionó a Pakistán y a todo el mundo.
Baloch fue la activista de Derechos Humanos más famosa en la turbulenta región del Baluchistán en Pakistán. Su lucha por los derechos y libertades del pueblo baluchi le había costado su familia, amigos y finalmente, su libertad para vivir a salvo en Pakistán por lo que huyó a Canadá en 2015, donde más tarde se le concedió el asilo político.
«Karima era el epítome de la política de las mujeres en Baluchistán», dijo Sadia Baloch, de 21 años, una activista estudiantil. “Gracias a ella podemos dejar nuestras casas en una sociedad tribal y conservadora. Podemos protestar en una sociedad dominada por hombres. Fue una de las primeras en desafiar el estado brutal, las normas obsoletas y el tribalismo. Su legado sigue vivo en nosotros».
Incluso exiliada de Pakistán, el activismo vocal de Baloch continuó desde Canadá y en 2016 la BBC la incluyó entre las 100 mujeres más inspiradoras e influyentes. Pero según su familia, las amenazas a su vida nunca disminuyeron. Aunque la policía de Toronto ha declarado que su muerte por ahogamiento no es sospechosa, su familia y muchos en Baluchistán están convencidos de que podría haber un juego sucio, relacionado con el activismo de alto perfil de Baloch.
La familia asegura que las circunstancias de la muerte de Baloch no encajan y están ejerciendo presión a la policía de Toronto para que investigue más. No hubo testigos de su muerte y aunque no sabía nadar, el lugar donde cayó en el lago, el muelle de la isla central de Toronto, tiene barandas a la altura de la cintura en todo el perímetro diseñadas para que sea difícil caerse accidentalmente.
Baloch fue la segunda disidente paquistaní en morir este año, luego de la muerte de Sajid Hussain, periodista, también de Baluchistán, quien se vio obligado a buscar asilo en Suecia luego de enfrentar amenazas de muerte por su trabajo exponiendo abusos de Derechos Humanos en Baluchistán. En mayo, Hussain fue encontrado ahogado en un río cerca de su casa. Su familia manifestó su desacuerdo con el fallo policial de muerte accidental.
Sameer Mehrab, hermano de Baloch quien también vive en Canadá, describió las amenazas de muerte que ella había seguido recibiendo por su activismo hasta hace poco. “El jefe de policía nos pidió que aceptemos que se trata de un caso no penal, pero no lo haremos. La policía no está preparada para tomar en consideración la historia o las amenazas que enfrentaba Karima en Pakistán e incluso en Canadá. Exigimos que se investigue el caso considerando todas las amenazas y la historia”, señaló.
En un comunicado, la policía de Toronto declaró que todavía estaban tratando la muerte como “no sospechosa” y no podían proporcionar más detalles.
Karima Baloch nació el 8 de marzo de 1983 en Tump, Baluchistán, y creció en una provincia que ha estado plagada de décadas de conflicto debido a una insurgencia nacionalista de larga duración. Aquí, miles de personas son secuestradas cada año y «desaparecidas» por las fuerzas de seguridad de Pakistán, sin justicia ni rendición de cuentas.
Fue durante sus años de estudiante que Baloch comenzó a involucrarse en la política y el activismo nacionalista. Desafiando las normas conservadoras, se convirtió en la primera mujer presidenta de la Organización de Estudiantes Baluchis (BSO-Azad), un grupo político que defiende los derechos del pueblo baluchi.
Fue allí donde conoció a su esposo, Hammal Haider, también al frente del movimiento BSO. Haider destacó que Baloch continuamente había encontrado nuevos caminos para las mujeres en Baluchistán y que viajaría a áreas remotas en la frontera con Irán y Afganistán para convencer a las niñas de que estudiaran y se unieran a la lucha política, a veces viajando a sus hogares para ganarse a sus padres.
“Nunca podríamos haber anticipado, hasta el 2006, cuando llegó Karima, que las mujeres baluchis entrarían a formar parte en la política, y mucho menos que una de ellas se convertiría en la presidenta de la organización”, dijo Haider.
«En una sociedad donde las mujeres no tenían permitido develar su rostro o hablar con los hombres, la participación de Karima en la BSO normalizó la presencia de las mujeres en los espacios públicos de la sociedad patriarcal tribal».
Sin embargo, alrededor del 2015 comenzó a recibir amenazas de muerte por sus opiniones abiertas y temiendo por su vida, huyó a Canadá donde solicitó asilo político. Fue un proceso largo y arduo que tomaría tres años y aunque estaba a miles de kilómetros de Pakistán, las amenazas y la tragedia aún la alcanzaban.
En diciembre del 2017, mientras vivía en Toronto, Baloch recibió un mensaje de que, a menos que regresara a Pakistán, su tío, el maestro de escuela Noor Mohammed, sería asesinado. Se negó a regresar y el 2 de enero de 2018, horas antes de su audiencia de asilo, recibió la terrible noticia; el cuerpo de su tío había sido encontrado tirado en su ciudad natal de Tump.
“A Karima la amenazaron con que si no dejaba su activismo en Canadá, matarían a su tío”, dijo Haider. “Ellos, las autoridades estatales, finalmente hicieron lo que dijeron. Pero incluso estas tácticas nunca impidieron que Karima alzara su voz contra los abusos de Derechos Humanos en Baluchistán».
En los días posteriores a la muerte de Baloch en diciembre, las calles de las ciudades y pueblos de Baluchistán y la ciudad de Karachi se llenaron de una oleada de mujeres manifestantes, coreando consignas contra los abusos de Derechos Humanos, llamándose a sí mismas Karima y exigiendo una investigación exhaustiva sobre su muerte. Las protestas fueron objeto de un apagón en los medios de comunicación de Pakistán, con la mínima cobertura.
Al parecer, los funcionarios de seguridad de Pakistán temían que una multitud similar llenara las calles de Baluchistán para su funeral. El domingo, cientos se manifestaron en Karachi, denunciando al gobierno por no permitir que se realizara una oración fúnebre por ella en la ciudad. Luego, el ejército cerró todas las carreteras que conducen a Tump, donde se llevó a cabo su funeral. Baloch fue sepultada en medio de estrictas medidas de seguridad, en presencia de familiares directos y cientos de dolientes locales.
«Aquí hay una ira entre las mujeres que no se ha visto en décadas», declaró una amiga de Baloch, quien pidió permanecer en el anonimato por temor a represalias.
Abid Mir, analista político y autor en Baluchistán, dijo que Baloch había introducido un movimiento de resistencia de mujeres en una sociedad tribal conservadora que siempre había estado totalmente controlada por poderosas élites masculinas. Su muerte solo había alimentado este nuevo fuego en las mujeres de Baluchistán, destacó. «Karima no era simplemente una mujer sino un símbolo de cambio en una sociedad patriarcal», dijo.
“Las mujeres solían ser las secundarias, invisibles en nuestra sociedad, pero ahora están liderando en las carreteras, el activismo y ocupando el primer lugar en la política en Baluchistán”, dijo Mir. «Hay miles de niñas que aspiran a convertirse en Karima, esto es lo que Karima inició».