El día comienza bien temprano, y antes de cualquier otra ocupación, Juan Carlos Jiménez se encarga de alimentar y revisar exhaustivamente la salud de sus mejores amigos: 22 perros rescatados que se han convertido en su familia y refugio.
Juan se alista, toma su bicicleta, sale de su humilde casa en lo más alto de la comunidad Colinas de Girardot I del municipio Naguanagua junto a Kiara, Sacha y Peter Pan en busca de donativos para todos sus peludos.
“Me pueden ayudar con alimento, medicinas, antibióticos, desparasitantes, matagusanos, antipulgas y garrapatas, vitamina B12”, precisó entre las cosas que más requiere.
Poco a poco va recorriendo kilómetros, haciendo pequeñas pausas para rendir la energía y llegar incluso, hasta otros municipios como Valencia y San Diego.
En casa ha tenido hasta más de 100 perros a su cuidado, pero actualmente solo le acompañan 22, ya grandes y adultos.
Muchos al verlo ya saben quién es, “el señor de los perritos” le dicen. Llama la atención a dónde sea que vaya, pues Kiara, Sasha y Peter Pan desbordan dulzura y reciben con cariño a todos los que se acercan.
Refugio de una vida
Aunque nació en Valencia, el estado Barinas pasó a ser su espacio de crianza. Estudió hasta el tercer año de bachillerato y se entregó al trabajo, pero sin dejar a un lado su amor por los animales.
Pedía permiso a sus jefes para cuidar a los perros del sector. “Tengo ese don para los animales desde niño”, confesó con orgullo Juan Carlos.
Juan se enamoró, pero perdió a su compañera hace tiempo atrás. De allí nació su única hija, hija a la que también despidió muy temprano cuando murió por coronavirus en Brasil con apenas 27 años.
Después de un tiempo en el llano, regresó a la ciudad y fue cuando le puso nombre a esa vocación de servicio: Amor canino sobre ruedas; un refugio que se ha convertido en el centro de su vida.
Así que solo le quedan sus perros, compañeros fieles que no lo abandonan.
“Con todo el amor se puede”
En la bicicleta, donde lo acompañan Kiara, Sacha y Peter Pan, va un cartel que tiene como prioridad incentivar el apoyo a esa bonita misión de vida que Juan decidió asumir con empeño.
La verdad es que, si no fuese por su amor y el de quienes lo ayudan, sería imposible para Juan Carlos mantenerse en pie, como lo ha hecho con este refugio por más de 45 años.
Y cuando la vida no le permita hacer más, tiene la plena convicción de que sus animalitos y su bicicleta lo van a acompañar siempre. Con todo el amor.
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