En un estudio, se pidió a los estudiantes universitarios que recordaran sus notas del instituto. Se informó a los estudiantes de que el investigador tenía pleno acceso a sus expedientes oficiales, por lo que estaba claro que no había nada que ganar distorsionando intencionadamente la verdad.
Los estudiantes recordaban mal alrededor de una quinta parte de sus notas, pero no todas las notas se recordaban mal por igual. Cuanto más alta era la calificación, más probable era que los estudiantes la recordaran: Las calificaciones A se recordaban de forma experta, mientras que las calificaciones F se recordaban muy mal. En general, es mucho más probable que los estudiantes recuerden sus calificaciones como mejores de lo que han sido, que como peores de lo que han sido.
Estos resultados ilustran cómo el recuerdo erróneo puede ser beneficioso para nosotros mismos, ya que nos ayuda a sentirnos bien con nosotros mismos. En otros casos, recordar mal puede ayudar a proteger nuestra creencia en la equidad y la justicia.
En un estudio canadiense, los participantes leyeron sobre un hombre llamado Roger que había ganado varios millones de dólares en la lotería. Algunos participantes se enteraron de que Roger era un hombre que trabajaba duro y era amable con los demás: un hombre que merecía plenamente su afortunado premio. Otros participantes aprendieron que Roger no se lo merecía: un hombre perezoso que se quejaba mucho y nunca sonreía.
Cuando se les pidió que recordaran exactamente cuánto dinero había ganado Roger, los que creían que no se lo merecía recordaron su premio como, de media, 280.000 dólares menos que la cifra recordada por los que creían que se lo merecía.
Causas de la perdida de memoria
Estos son sólo dos de los muchos ejemplos en los que nuestra memoria se comporta como el buen amigo que nos protege de las malas noticias o los chismes crueles sobre nosotros mismos. Cuando nos enteramos de forma fehaciente de que un tramposo en serie ha sido contratado por un prestigioso bufete de abogados, más tarde recordamos mal que esta noticia procedía de una fuente poco fiable.
Cuando alguien nos hace una crítica sobre nuestros rasgos de carácter, olvidamos selectivamente muchas de las partes menos halagüeñas. Y, por lo general, nuestros recuerdos infelices pierden su aguijón mucho antes de que nuestros recuerdos felices pierdan su fervor.
El efecto acumulativo de estos pequeños autoengaños a lo largo del tiempo es que, al igual que un buen amigo sobreprotector, la memoria nos da una percepción distorsionada pero totalmente más halagüeña del mundo y de nosotros mismos. ¿Y quién no elegiría llevar estas gafas de color rosa?
En un estudio reciente, los psicólogos preguntaron a los ciudadanos si (hipotéticamente) tomarían un fármaco que les garantizara adormecer el dolor de un recuerdo traumático. Curiosamente, la mayoría (82%) dijo que no lo haría. No cabe duda de que damos un gran valor a la (aparente) autenticidad de nuestros recuerdos personales, tanto buenos como malos, por lo que está claro que la idea de interferir activamente en estos recuerdos nos parece totalmente inapelable.
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