«Trump era el presidente que esa sociedad enferma necesitaba» como me dijo un amigo dramaturgo.
Nosotros, desde nuestra lógica, entendemos que el personaje es un demente; pero allá en el norte, Donald Trump es un ídolo para muchas personas.
¿Por qué ?
Porque es el producto más elaborado del último siglo de esa sociedad profundamente intoxicada.
Trump es un empresario pseudo nacionalista, que vive del marketing y el escándalo, ex propietario de Miss Universo, protagonista de algunos reality shows, que puso dinero para campañas electorales demócratas o republicanas por igual y que se ha declarado en bancarrota varias veces para evadir responsabilidades tributarias. Un hombre de televisión que saltó a las redes sociales, blanco (bueno, anaranjado) y supremacista.
Lo tiene todo, le faltaba el santo grial, el sueño anhelado de los multi millonarios: El poder político.
Trump quería poder político y la ciudadanía necesitaba un líder que les hablara de extraterrestres, teorías conspirativas venidas de China, que desempolvara la tesis del «destino manifiesto» «América para los americanos» y todas esas paparruchas que nutren el cerebro de un pueblo cuya racionalidad ha sido desmantelada a través de lo que come por la boca, por los ojos y oídos haciéndolos sumarse a guerras en territorios que ni siquiera saben dónde quedan.
Estados Unidos en Noviembre tiene que decidir entre Trump y un sospechoso de pedofilia ex vice presidente de Obama (si, el que dijo que Venezuela era una amenaza inusual) y que tiene al lado nada menos que a Hillari Clinton la secretaria de Estado del gobierno anterior. Aquella que brincaba de alegría al ver los videos de las masacres en el medio oriente.
Esa es la «democracia» en la que se desenvuelve el pueblo de allá… donde la libertad, es una estatua.
Por Marcos Meléndez
@marcosmelendezm