El “efecto hoy en día” tiene antecedentes antiguos. El filósofo griego Sócrates quien vivió 400 años antes de Cristo también lo sufrió. Por eso echaba pestes de los jóvenes de su tiempo. “Ahora los chicos aman el lujo. Tienen malas maneras, desprecian la autoridad; no respetan a los mayores y prefieren la cháchara al ejercicio”.
El efecto en cuestión se traduce en una valoración negativa de las personas mayores hacia las nuevas generaciones. Sin embargo algo debe andar mal con este tipo de juicio. Si los jóvenes fuesen cada vez más disolutos, mas irrespetuosos, más holgazanes o más alocados, la juventud y con ella el resto de la humanidad, habría degenerado de una forma difícilmente soportable.
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Juan Ignacio Pérez Iglesias, Catedrático de Fisiología de la Universidad del País Vasco publicó en The Conversation los resultados de una investigación sobre el fenómeno “efecto hoy en día”. La indagación se llevó a cabo en 2019.
El “efecto hoy en día”
Para ello se analizó la opinión de las personas mayores acerca de cómo han evolucionado tres rasgos de la personalidad. El período cubre desde su juventud hasta el tiempo de los jóvenes actuales. Los rasgos son: el respeto a las personas mayores, la inteligencia y el gusto por la lectura.
La conclusión general del estudio del “efecto hoy en día “es que hay, efectivamente, una tendencia general a hablar mal de la juventud. Se cuestiona su respeto por los mayores y el gusto por la lectura. También existe una tendencia a valorar de forma negativa a la gente joven en aquellos rasgos en los que las personas mayores se destacan o creen destacarse.
Hablar mal de los jóvenes
Cuando una persona adulta es muy respetuosa con la autoridad, tiende a pensar que la gente joven de ahora respeta a los mayores menos que los jóvenes de su época. Lo mismo ocurre con la inteligencia y con la afición a leer.
El efecto es tan específico de cada rasgo porque, por ejemplo, alguien muy aficionado a la lectura pero que valora poco la autoridad no tiende a pensar que los jóvenes de hoy en día no respetan a los mayores como se les respetaba antes.
En otras palabras, ese “efecto hoy en día” no consiste en una minusvaloración o mala opinión general de la juventud, sino que se circunscribe a dominios relativamente específicos.
Los autores del trabajo identificaron dos mecanismos que subyacen al efecto. Por un lado, observaron que quienes destacan en algún rasgo tienen tendencia a percibir los fallos en ese mismo rasgo de los demás. Esto ocurre tanto en los jóvenes como en los adultos.
No era como antes
Por otra parte, tienden a proyectar sus características actuales hacia el pasado. De esta forma incurren en el error de pensar que cuando eran jóvenes tenían las mismas virtudes o rasgos favorables que en el presente.
Por eso se comparan tal y como se ven a sí mismos hoy con los jóvenes. Sin caer en la cuenta de que ellos no son ahora como eran hace cuarenta años. Este mismo sesgo ha podido estar actuando durante milenios, con todo lo que ello implica.
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Si llevamos siglos valorando de forma negativa a los jóvenes “de hoy en día”, es muy improbable que los mayores dejemos de hacerlo en adelante. Por esa razón, cuando oiga a sus familiares, colegas o, incluso, se descubra a sí mismo diciendo que los jóvenes de ahora son peores que los de antes, piense en el “efecto hoy en día” y que eso mismo decían los griegos hace casi veinticinco siglos.