Era una noche de luna llena cuando Julio acechaba nuevamente al cementerio, el ladrón de lápidas, las robaba para luego venderlas. Era un pueblo apartado de Colombia donde tenía… como decía el mismo un negocio redondo.
Trabajaba solo, los mismos cuidadores del cementerio le dejaban abierto el espacio para que pasara a cambio de unos cuantos pesos. “Le traje esta botellita de licor”, le decía con una risa macabra a Luis el cuidador.
Mientras se adentraba en el camposanto con el fin de llevarse varias en horas de la madrugada. Una noche llegó a una de las lápidas las cuales habían colocado recientemente. Pero le pareció extraño… primero el peso que esta tenía.
“Que es esto vea, esto pesa una tonelada, que extraño”, era la tumba de un hombre que había sido muy querido por la comunidad. “Sea como sea me llevo esa lápida”, las robaba para luego llevarlas al hombre que hacía las mismas.
“Lo que importa es el material de esta, el mármol, todo eso”, decía el ladrón de lapidas. Las mismas las tapaba en cuero viejo para simular que llevaba otra cosa. Como pudo esa noche se llevó la lápida del cementerio.
El ladrón de lápidas
Luego de llegar al rancho donde descansaba se tiró en la cama ya que el cansancio lo dominó por completo. Pero sentía un calor sofocante, estaba sudando… “será que estoy enfermo”. Empezó a escuchar murmullos dentro de las cuatro paredes del rancho.
Escuchó una voz que le llamaba de manera pausada desde afuera… “Julio”… mientras suavemente daban golpecitos a la puerta. Pero al abrir la puerta no había nadie en el lugar… los perros se quedaban en la parte de afuera viendo la puerta.
Ya unas horas después cuando se dispuso a llevar la lápida sintió la carrucha muy pesada. “Bien bueno, primera vez que esto me pasa con una lápida”. Ya al llegar al lugar donde Don José le iba a pagar por las mismas ambos no podían con algo relativamente pequeño.
El sol se hizo muy fuerte… en aquella mañana ambos no entendían lo que pasaba con aquella lápida. De hecho el esfuerzo los dejó exhaustos a ambos tirados en la calle… donde horas después descubrieron el negocio de robarse las tumbas…
Camilo y Don José quedaban detenidos horas después por la policía… ambos al despertar quedaron asombrados… Ya que la lápida no estaba allí… ¿y la lápida que estaba aquí en la calle?. “No había lápida aquí y camine”, lo encaraba el policía…
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