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sábado, junio 7, 2025
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El viejo gallero en el Kilómetro 52 de oriente

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IOTA Latino
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Un viejo gallero en la vía sorprende a Manuel, eran las cuatro de la mañana. El anciano estaba en el solitario Kilómetro 52 pidiendo una cola. El camionero tenía mala fama y se decía que había atropellado a varias personas en horas de la noche. «Le voy a da la cola, por lo menos frené y no lo atropellé», decía…

“Pa’ donde va amigo”, preguntó Manuel a bordo de su Ford 750, al anciano de sombrero, ropa de kaki y alpargatas. “Yo voy pa’ Maturín, entrando”. Al camionero le llamó la atención como el señor se montó rápidamente y sin pedir ayuda. «Oiga y usté es un muchacho pá subirse en los camiones, Ni yo», dijo Manuel. A lo que el anciano dijo… «Serán las almas en pena que me dan fuerza».

Comenzaron a hablar del mundo gallístico el cual es uno de los más seguidos en el país. Manuel quien era aficionado le preguntó al anciano… ¿si yo quiero ganar que debo hacer?. El hombre de avanzada edad le contestó “usté lo que tiene que hacer es mandar a hacer una misa por la gente fallecida, y arrepentirse de todo mal”.

La respuesta llamó la atención del camionero a lo que replicó diciendo: ¿una misa?. “Si eso es sencillo mande a hacer misas; eso sí se arrepiente del mal que ha hecho y ese domingo se va a jugar gallos. Claro ahora se juega sábado y domingo y hasta los feriaos”, dijo el hombre.

A Manuel le llamaba la atención como el gallo lo veía directamente. “Mire como lo ve el gallo… ese le está pidiendo Misa. ¿Usté como que tiene muertos encima”; decía el hombre. Viendo la vía al oriente le llamó la atención lo que el hombre le iba diciendo.

El viejo gallero en el kilómetro 52

Manuel le decía al anciano… “yo quiero ganar todos los domingos”; “bueno ya usté sabe la receta, una misa, se arrepiente y se va a jugar gallos”. Ya en Monagas y viendo el amanecer el gallo estaba inquieto y el hombre decidió quedarse en uno de los caseríos. «Déjeme por aquí… ya sabe»

Esa semana Manuel mandó a oficiar las Misas pero seguía sin ganar en los gallos. Por supuesto, cada semana iba en la mañana y se recordaba de cualquier familiar y pagaba por una eucarisía; pero no veía resultado alguno.

“Ese viejo es un mentiroso deja que lo vuelva a vé pa’ que vea lo que le voy a decir”; decía Manuel. “Desde que lo vi, más bien lo que he hecho es perder en los gallos, se me fueron los frenos del camión; y la mujer se fue”.

Una mañana ve al mismo anciano sentado al pie de una mata de mango en uno de los caceríos de Monagas. “Usté es el viejo gallero… lo que es un mentiroso, mandé a hacer las misas, he gastado un realero en gallos y perdí”.

El sol relumbraba las plumas del gallo que el hombre llevaba siempre, mientras el anciano lo veía y le respondió… “no hizo lo más importante… arrepentirse… o no se acuerda de los que ha atropellao en la vía”. 

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