Era finales de marzo de 2012 cuando Henry abrió la puerta de su taxi a una bella mujer en la parada de Metrópolis ella iba con destino a Flor Amarillo; quedó hipnotizado por el olor del perfume de la mujer. Le observaba los cabellos negros y de cómo conversaba, sin imaginarse lo que sentiría en apenas semanas por ella.
El hombre quedaba prendado de aquel rostro hermoso y cuidado de aquella mujer… Buscó la manera de entablar conversación con ella y en efecto respondió. Todo para el taxista fue muy rápido; esta le habló de su vida. “El problema es que no creo en los hombres”; le dijo acomodándose con sensualidad los cabellos.
La buscaba, la llevaba y poco a poco se había ganado la confianza de Ana, pero para él era una desconocida. Como pudo le robó un beso a aquella mujer que no dejaba de ser misteriosa. Henry al llegar esa noche a su apartamento en La Isabelica no pudo dormir. Sentía como los platos sonaban y sentían como si abrían la nevera.
“Esto está extraño… juro que aquí había alguien”, se paró temprano para salir a manejar el taxi por Valencia; pero vio como si alguien estuviera en el asiento trasero. Una vez en la casa de Ana María mientras se besaban apasionadamente volvió a sentir como si algo empujara los platos en la cocina… ¿qué es eso?… dijo el… “Siempre escucho eso cuando viene alguien para acá”; dijo Ana.
Henry se subió a su taxi y es como si dentro hubiesen derramado agua en el asiento. “Que es esto”, el taxista toca el asiento para ver si era agua u otra cosa, pero la misma no tenia olor; le parecía extraño todo lo que estaba pasando. Esa noche de regreso a La Isabelica por poco choca en el semáforo de Megamercado.
La bella mujer
Henry de la noche a la mañana tenía más necesidad de ver a Ana, y esta en principio le correspondió. Pero sentía como aquel amor de apenas semanas lo estaba envolviendo; incluso veía a la mujer y no quería separarse; paso de la tranquilidad a la intranquilidad. “No has probado mi café… cuando lo pruebas te vas a enamorar”; dijo ella con una media sonrisa. Lo probó pero el sabor del café estaba extraño.
El taxista le habló de amor pero la respuesta de Ana fue fría… “no quiero que te enamores de mi, por favor no lo hagas”; eso fue para Henry como una respuesta a todo lo que estaba sintiendo y pasando, respuesta negativa. Ya en el apartamento sentía como en el baño bajaban el retrete de golpe y apenas se dormía… sentía de todo en la casa.
“Yo no sé qué está pasando”, en apenas semanas sentía más ganas de tener a aquella misteriosa mujer. Una vez regresando de Flor Amarillo a La Isabelica vio como algo le tapó la visión y por poco choca; era como una tela negra que cayó en el parabrisas. “Dios mío señor acompáñame”.
La distancia es el olvido... de aquella bella mujer
Luego de varios trasnochos, Henry decidió no buscar más a la mujer y juró que no lo haría… en efecto así lo hizo. Desde aquella noche se calmaron los extraños ruidos en la cocina; sentía nostalgia, pero pudo escapar de aquel amor extraño; de soltarse de aquel amor que no le correspondía.
El taxista luego de aquello prefirió pedir cambio para otro centro comercial tratando de olvidar a la bella mujer…
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