Gilda era una mujer blanca con un lunar negro cercano a su boca; la llamaban la devoradora de locutores luego de ser capturada. Asesinó a tres profesionales de la radio todos con programas en horas de la noche.
Era 1990, la capital colombiana estaba además convulsa entre el narcotráfico, Pablo Escobar y el Mundial de Italia 90. Sin embargo la mujer con voz sensual enamoraba rápidamente a los hombres; aparte de su belleza natural; y su escultural cuerpo.
Los profesionales de la locución tenían programas de radio en horas nocturnas. Gilda odiaba los programas de política vivía sola pero estaba obsesionada con los locutores; se los imaginaba altos y de buen cuerpo.
Se acostaba tarde escuchando los programas, trabajaba en un restaurant en horas del mediodía; era mesera y la mayoría de los clientes se enamoraban de ella. La chica de 21 años era muy ágil con las manos; era exigente y todo tenía que salir como ella quería.
El mes de agosto se llenaba de ramos de rosas el restaurant donde trabajaba; la chica tenía admiradores de todas las edades. Muchos desconocían que había detrás de tanta belleza; y extrema sensualidad.
Su vida era misteriosa iba a un gimnasio, pero el problema era que no le gustaba un solo hombre. Le fascinaba ver a un hombre al salir del baño, sentir la frescura de su piel; por eso ella misma decía que un solo enamorado no le bastaba.
La devoradora de locutores de Bogotá
Camilo Herrera tenía un programa llamado la Luna Romántica, era un galán con las mujeres. La chica quedaba enamorada en cada programa al escuchar la voz del hombre. Lo imaginaba alto y de bigotes; incluso soñaba con conocerlo. Lo mejor eran las llamadas al locutor.
La chica jugaba con este como le piropeaba y entre un set de dos canciones bastaban para jugar. En la mesa de un café en Colombia llegó el locutor a ver a la muchacha con tres rosas; Gilda no le dijo el restaurant donde trabajaba.
Pero la joven le dijo que quería verlo antes del programa y compartir unas bebidas en un apartado mirador. Camilo pensó que aquello sería el paraíso, tener a la joven y verla; además ya habían hecho desastres por teléfono. “Seguro esta noche pasa algo” dijo Camilo mientras se perfumaba.
La chica estaba solitaria y con una chaqueta de cuero negra, sus ojos brillaban al ver al locutor. Un beso bastó para dejarle claro lo que ella quería; después de todo el volcán en erupción que significó el encuentro; ella sorprendió y sacó una navaja.
Camilo estaba al volante del conductor sorprendido de aquello cuando ni sintió el pinchazo del arma blanca. Al otro día los diarios relataban la muerte del profesional de la radio; uno de los operadores dijo que él había quedado con verse con una chica.
Henry y las noches apasionadas
Los programas románticos eran los preferidos de la chica, la devoradora de locutores seguía con el misterio. Andaba como si nada, su sangre fría la hacía indolente ante lo que había cometido; la policía pensó que podía tratarse de un ajuste de cuentas; la muerte de Camilo Herrera.
Ya escuchaba otro de sus programas predilectos como lo era Las Noches Apasionadas; sentía que Henry Santana era un locutor llamativo, buscó la manera de llamarlo; le dejó una carta perfumada en la estación; la misma pasaba de ser una misiva de amor a una misiva de deseo.
Henry pensó que se trataba de una admiradora más pero la secretaria dijo que era una chica muy bella. El locutor no pensó en que le podía pasar igual que al famoso Camilo Herrera; y asistió al punto y a la hora exacta donde lo citó Gilda.
Nunca firmaba las cartas solo las perfumaba cuando la vio quedó prendado con la belleza. Le pareció una gitana, un ser mágico y a la vez una mujer misteriosa. Esa noche en la emisora lo esperaban y no asistió al programa; el locutor apareció muerto a las afueras de Bogotá.
“El profesional de la radio de 45 años apareció calcinado en su vehículo; se presume sea un atentado”; rezaba uno de los titulares de uno de los diarios capitalinos; la chica no dejó rastros.
Peligro latente
“Locutores en peligro de muerte, dos profesionales de la radio han fallecido en pocos días”; se leía en uno de los diarios de Bogotá. Gilda sonreía en casa mientras veía los noticieros. “Eso les pasa por ser mujeriegos”; decía la chica.
Pensaba que nadie podía sospechar de ella, nadie y precisamente nadie tenía pruebas de su existencia. La chica era una experta en terminar con la vida de los locutores. “Nadie los manda a ser tan mandados con las mujeres; ven una escoba con falda y se van, me voy a vengar de todos”.
Harry Cardona, conductor del programa Noches de Estrellas era uno de los más famosos de Bogotá. La chica lo escuchaba luego de llegar del trabajo… le daban además ganas de llamarlo; se coló la información por parte de la secretaria que una chica había ido a buscar a Henry Santana.
Los datos que aportó la mujer sobre la devoradora de locutores eran exactos a ella; pero era como buscar una aguja en un pajar. Ya que además la chica era el prototipo de mujer bogotana; cabello negro liso, boca roja y un lunar cerca de la boca.
Otra voz que se apaga
Cardona salió además de la radio y vio a una mujer hermosa estar a las afueras de la emisora y le sonrió. La vio frágil en el lugar solitario y se ofreció a llevarla; la chica estaba esperando el llamado. ¿Quién eres y que haces aquí?… la chica le habló de su vida y que quería conocerlo.
Pero Cardona caía embobado ante los encantos de la misteriosa mujer y no le importó nada. Aquella noche vio el panorama muy fácil y pensó que era una fanática más. “El locutor Harry Cardona otro fallecido por la misteriosa mujer”; se leía en los diarios bogotanos.
La evidencia
Clara Delgado, la secretaria de la radio llegó a un café y vio a la chica sin que esta se diera cuenta. A la mujer le heló la sangre la presencia de Gilda; “es la misma es la que ha estado matando a los locutores”; el sexto sentido le decía que era ella.
Unas semanas después la policía encontró pruebas en el apartamento alquilado por la chica. La devoradora de locutores cayó además gracias a un operativo de inteligencia; la fémina argumentó que los locutores no respetaban a las mujeres.
“No son lo que muestran, son lanzados con todas, con todas quieren estar; a los tres los maté. Tampoco son lo que te imaginas, los crees altos y son bajos y de paso viejos”; dijo la chica entre risas con las manos esposadas.
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