Desde que estalló la pandemia el uso de tapabocas se ha vuelto obligatorio, pero las mascarillas egoístas generan controversia en la comunidad científica.
Las autoridades sanitarias recomiendan a la población la utilización de aquellas higiénicas que cumplan con estándares de seguridad. Sin embargo, en algunas comunidades prohibieron el uso de aquellas que disponen de válvula exhalatoria.
No la recomiendan porque generan más mal que bien. A estos artilugios los médicos los conocen como mascarillas egoístas. Ellas evitan el contagio, pero si la persona está infectada puede propagar el virus.
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Los tapabocas FFP2 están diseñados para que las personas que las utilicen no se infecten. Pero no evitan que si la persona está infectada pueda enfermar a los demás. “El problema de llevar mascarillas egoístas es que son eficaces para protegerse a sí mismos, pero no a la hora de proteger a los demás.
El inconveniente de la válvula es que el aire que exhala la persona que la lleva lo concentra en un punto concreto. Y eso puede hacer que en algún momento alguien que esté expuesto al aire que sale por esa válvula pueda infectarse.
Las criticadas mascarillas egoístas
La comunidad de Madrid el pasado mes de julio prohibió el uso de ese tipo de tapabocas con válvula exhalatoria. Por ello recomiendan la utilización de cubrebocas que protejan al usuario y protejan a la población. Estas evitan la entrada del virus pero no su salida.
Son varias las mascarillas egoístas en el mercado que vienen con una válvula en el centro o en un costado. Los modelos más comunes son N95, FPP2 y FPP3. Sin embargo, los expertos aseguran que ningún tapabocas con válvula es efectivo en medio de una pandemia.
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Los médicos insisten en que este tipo de mascarillas filtran las partículas del aire exterior cuando la persona inhala. Pero permite el escape de partículas a través de la válvula cuando la persona exhala. Y es allí cuando se convierten en un problema de salud.