La asociación internacional para la prevención del suicidio IASP con apoyo de la organización mundial de la salud, realiza en el mes de septiembre, jornadas en unos 70 países en torno a la prevención del suicidio siendo propiamente el 10 de septiembre el día central de conmemoración.
Estas jornadas persiguen hacer notar esos cambios de conducta en familiares y amigos que podrían indicar un cuadro que requiera acompañamiento familiar, de amistad o ayuda profesional. Esa persona que duerme hasta muy tarde y le está costando salir de casa, aquel o aquella que empezó a comer cada vez menos, y luego casos más clínicos como el de las auto lesiones y otros síntomas que requieren atención médica.
El punto central, es empoderar a la sociedad de herramientas para saber que está bien pedir ayuda, hablar del tema sin sentirse avergonzado o avergonzada y ayudar a “entrenarnos” para la vida.
También el espacio permite que quienes han sobrevivido a las auto lesiones o a los intentos de interrumpir la vida, cuenten su experiencia y el proceso médico con miras a ayudar otras personas.
A esta importante lucha le falta un ingrediente que en este momento me preocupa y es la denuncia de dos elementos que pueden hacer que crezca la tasa de depresión en general e incidir de manera directa en profundizar los casos de depresión clínica:
El primero es el alto consumo de realidad secundaria en redes sociales. Entendemos como realidad secundaria aquello que se muestra por la ventana de algunas aplicaciones que se presentan como “la realidad”. Una Eva Luna con Camilo que tienen sexo en la playa y no se les mete la arena en el rabo, o que se besan en la mañana sin tener mal aliento, y como esa cualquier otra experiencia narrada en términos de redes sociales que puedan hacer ver la realidad primaria como miserable.
El narcisismo presentado como hábito de vida saludable, la promiscuidad presentada como forma de “liberación” o la opinión presentada como análisis, son algunos elementos de la realidad secundaria que, al confundirse con la realidad, pueden mal orientar, sobre todo a la gente más joven.
Ojo, no estoy pidiendo un reglamento para prohibir que cada uno publique la realidad secundaria que desee, pero es conveniente que las familias controlen su propio consumo y el de sus hijas e hijos en redes sociales, de tal manera que no terminen confundiendo la realidad secundaria con la realidad primaria; es decir, la realidad del día a día sin la mediación de aparatos.
La segunda son las mágicas recetas orientadoras presentadas por toda una parranda de “mentores” “coach” “estrategas” “gestores” que quieren con un curso o desde su experiencia personal, sustituir la tarea de médicas/médicos, psicólogas/psicólogos o educadoras/educadores que encontramos en esas redes sociales.
Nada más hoy vi un reels donde hablaban de “señales de autismo” y en el video aparecía un niño (al que le violan sus derechos al presentarlo con la etiqueta de “autista”) aplaudiendo mientras patinaba. Al decir señales de autismo, y no hablar de “persona con espectro autista” me puso capcioso. Me metí en la cuenta y es una señora que con 32 mil SEGUIDORES se presenta como “mentora en maternidad y autismo, especializada en aprendizaje” dictando cursos y cobrando consultas.
Todo ese grupo se cuida legalmente al decir “no estoy ejerciendo ilegalmente la psicopedagogía, soy mentora” o “no estoy ejerciendo ilegalmente la medicina nutricional, soy coach de salud física” o “no estoy ejerciendo ilegalmente la psicología, soy coach de vida” y así van mal orientando gente que a lo mejor tiene un problema metabólico serio y que necesitaba revisar su páncreas pero terminó tomando merengadas o una persona con un desbalance químico que requería una terapia clínica y orientación psicológica terminó creyendo que “dentro de ti está la solución a todos los problemas” No, no está en mí, si tengo una depresión, un desbalance químico o requiero ayuda psiquiátrica, y eso está bien.
No confundamos estas reflexiones con un llamado al cientificismo y a que nadie pueda hablar de algo sin tener un título universitario en ese tema. Pero conviene que, si una madre va a narrar su experiencia de vida con un hijo o hija autista, se presente como eso, y en todo caso, si va a hacer de eso un negocio, cuente su experiencia y trabaje con un equipo que pueda realmente atender los casos y así sucesivamente con el resto.
Si bien un médico, un psicólogo o un nutricionista titulado, no son garantía de una solución profesional (porque de todo hay en la viña del señor) si es cierto que existen responsabilidades penales frente al ejercicio profesional atendido desde la realidad primaria. Si los profesionales, no dan la solución revisemos la formación profesional, a los profesionales y a la sociedad en su conjunto, pero degrademos el ejercicio profesional en materia de salud, más de lo que está.
De manera que, en este mes, y en todos los meses, acompañemos sin juzgar a esos amigos/amigas que están pasando por un trance personal silencioso, hablemos un poco más de lo que sentimos, y busquemos ayuda profesional cuando sintamos que los procesos se alargan sin recurrir a recetas mágicas ni a “pastillas para no soñar”
*Desde La Guaira *