Cuando la piel se expone a la luz solar, especialmente a los rayos UVB, produce vitamina D de forma natural. Por lo tanto, la exposición solar es una forma común de obtener esta vitamina, y por eso se le llama a menudo la «vitamina del sol».
La vitamina D en realidad no es una vitamina, sino que sabemos que funciona como una hormona (o sistema hormonal) como otros similares que existen en nuestro cuerpo.
Durante la exposición a la luz solar, las radiaciones UVB que inciden en nuestra piel (debido a una serie de mecanismos moleculares complejos) consiguen la formación de la conocida como previtamina D, que posteriormente se transformará en vitamina D.
Sol: Fuente importante de vitamina D para el cuerpo
Esta hormona (aunque seguiremos llamándola vitamina, por consenso general) ha sido conocida como la vitamina del sol, porque el cuerpo la consigue en aproximadamente un 80% gracias a la exposición solar en nuestra superficie cutánea, y parece que solo un 10-20% de su aporte es a través de la alimentación o suplementos.
Esta vitamina D tiene una gran importancia, ya que es necesaria para muchas funciones biológicas del cuerpo: regula -en su papel de hormona- diferentes procesos en diversos órganos y sistemas, como por ejemplo el musculoesquelético, el sistema inmune y el sistema cardiovascular, entre otros.
Cuando la persona tiene déficit de los niveles adecuados de esta vitamina, pueden aparecer problemas relacionados con el mal funcionamiento de estos órganos y procesos afectados: alteraciones en los huesos (osteoporosis, por ejemplo), riesgo de enfermedades cardiovasculares, problemas inmunológicos y metabólicos, etc.
Salud musculoesquelética
Aunque aún necesitamos más estudios que nos ayuden a comprender mejor el papel de esta vitamina, es conocido desde hace tiempo, su relación con la salud musculoesquelética. La vitamina D ayuda en la absorción y metabolismo del calcio y fósforo, ambos elementos esenciales para fortalecer y mantener la salud de los huesos. En concreto, se estima que colabora en la absorción del calcio incrementándola un 30-40% y la del fósforo en un 80% aproximadamente, y ayudando a su fijación en los huesos.
Por todo lo anterior es por lo que se suele decir que “tomar el sol es bueno para los huesos”.
En las últimas décadas se han desarrollado campañas informativas y educativas para la población poniendo el foco en los perjuicios de la exposición solar inadecuada. Es esencial para evitar las quemaduras y daños de la piel, y minimizar el riesgo de cáncer cutáneo.
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