Le gustaban los ejercicios cuando era una niña, corría y ya Yulimar Rojas ganaba a sus hermanos; y a los niños de viviendas vecinas. Todos se sorprendían de su velocidad y de su acelerada manera de correr; ya ellos la admiraban.
Aquella niña soñaba con estar en un equipo de voleibol, en su humilde vivienda las carencias no frenaban sus sueños. Quería llegar lejos… en los Juegos Olímpicos de Pekin 2008 vio a la selección de voleibol masculina; aquello la impactó… quería jugar.
En el pequeño espacio de la sala imitaba los movimientos de los jugadores venezolanos; sin pensarlo dos veces la niña fue al polideportivo pero no había equipo de voleibol; tampoco entrenadores pero se decidió por el atletismo.
Ya la niña Yulimar Rojas era la más buscada por los demás niños de Puerto La Cruz; con ellos jugaba voleibol, baloncesto y hasta pelotica de goma. Poco a poco empezó a ser la mejor en el atletismo.
El ranchito donde vivía con sus hermanos y familia era muy humilde pero esto nunca la frenó; todo lo contrario aquella niña sería la esperanza. En el 2010 ya estaba en unos Juegos Nacionales; y se llevaba sus primeras medallas en salto largo; luego vino el campeonato Sudamericano.
Yulimar Rojas nunca desmayó por sus sueños
Nunca desmayó por los sueños, quería medallas, no fama, no… quería ganar y ser la primera en los campeonatos. Fueron esos sueños lo que motivó en ella a triunfar, a seguir; y desde allí empezó el despegue.
No solo había ganado en la escuela, liceo, o en el país ya se hablaba de ella en el continente. Aquella niña que salía de una barriada oriental en unos años estaba en Río 2016; cuando conquistó su primera medalla olímpica.
El domingo 1º de agosto aquella niña ya convertida en mujer representaba otra vez a Venezuela; pero esta vez todo el país estaba despierto desde temprano para verla; y triunfó imponiendo un récord mundial.
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