Roberto bailaba en aquellos clubes de finales de los ochenta en Valencia, nadie le ganaba bailando. El último baile de Roberto se dio el día menos pensado, en su taxi, un Chevrolet Nova también conquistaba a las damas.
Era aquella Valencia de clubes, de bailes de salsa y de rumbas, de cuba libre con hielo y de aguardiente. El último baile de Roberto se dio una noche en la capital carabobeña. “Esta noche bailo hermano hasta que el cuerpo no me de más; voy por varias mujeres”, decía el taxista.
“Compadre no se busque problemas, usted quiere levantarse a todas y no todas las mujeres son libres”; decía Tomás. Tomás era un taxista amigo, que también le gustaba el baile y el licor. Eran taxistas de la Linea El Terminal en Valencia.
Ambos eran seguidores del beisbol , de Héctor Lavoe y de las mujeres hermosas. Valencia era la ciudad famosa por sus bellas mujeres, aquellas que robaban miradas. En el club todo aquella noche cambiaría.
El último baile de Roberto
Luego de trabajar unas horas quedó con Tomás en verse en el club, habían varias mujeres que habían llegado de Caracas. Neida era una morena despampanante que soñaba con vivir en Valencia. Su piel parecía de ébano y sus ojos verdes daban de que hablar.
En un famoso club de la avenida Las Ferias la mujer robaba miradas. “Comadre usted llega a este club y toda Valencia se viene para acá”; le dijo Doris una merideña amiga de Neida. La morena bailaba salsa con tremendura e imitaba a la perfección las canciones de Celia Cruz.
“Compadre deje de estar viendo esa mujer”, le decía Tomás al taxista de Valencia. “Compadre quédese tranquilo hoy no es el último baile de Roberto”. Ambos bailaban aquellas canciones de Héctor Lavoe y de las Estrellas de Fania.
Neida se había vuelto famosa en el sur de Valencia, más en aquel club de la avenida Las ferias. Todo el mundo le brindaba cervezas y pasapalos y todos soñaban con conquistarla. Su exuberante belleza daba que hablar en aquellos años.
“Yo quiero ir a la playa y salir contigo en tu taxi”, le decía Neida a Roberto. “Chévere, cambur mi morena vámonos pa’ Patanemo”; decía el taxista de Valencia. Vivieron el amor dentro y fuera del carro.
El amor, la pasión y la sorpresa
Oscar, mejor conocido como Caimán salía una mañana del Retén de Catia en Caracas. Era el novio de Neida y estaba decidido a buscarla en Valencia. “Yo no se a ‘onde está pero a la negra la encuentro”, dijo al pisar la calle.
En el barrio averiguó donde estaba su mujer, aquella morena hermosa que robaba miradas en Valencia. Neida era una mujer feliz, no quería hacerle daño a nadie, se vino a Carabobo a buscar otra vida.
“Comadre yo me vine para acá para Valencia para poder echar pa’lante, yo con Oscar no quiero nada”; decía la morena de intensos labios rojos y amplias caderas. Le daba miedo los celos de Oscar además de lo que pudiera hacer.
El taxista de Valencia conocido como el popular Roberto daba de que hablar. “Esta noche sale baile papá a bailar con mi bella mujer”; decía viéndose al espejo. Tomás estaba saliendo además con una amiga de Neida; y todo estaba perfecto en un cuadre de un “dos pa’ dos”.
Los celos de un hombre
Oscar ya tenía unos días en Valencia e indagó donde estaba viviendo Neida, quería verla. Le seguía los pasos y se enteró de sus amores con el taxista. “Ah este bichito me está quitando a mi mujer, ya va a ver lo que le puede pasar”.
Roberto bailaba con Neida el tema Llorarás de la Dimensión Latina cuando además sintió una cuchillada fría en su espalda. La vida se le iba en segundos mientras la mujer huyó del lugar. Oscar lo detuvieron en Valencia luego de dar el último baile de Roberto.
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