Era 1994 cuando Rodrigo se quedaba en el Parque Nacional El Ávila, llevaba su carpa, y se iba solo al lugar. Siempre decía que se conocía el cerro como la palma de su mano y que nunca se iba a perder allí. “Imposible que alguien se pueda perder en este lugar”.
Rodrigo, estudiante de la Universidad Central de Venezuela se iba equipado al lugar pero con la intención de trotar y dejar resguardada sus cosas en la mañana. “Dejó todo aquí en la mañana y me voy al trote”.
Descansó en la noche y cerca de las cinco de la madrugada sale y ve a una joven rubia de short, que pasó con un rápido… ¡hola!. Se quedó viéndola y quiso seguirla aunque esperó un poco. Rápidamente salió acomodó el bolso y lo escondió en uno de los árboles, para seguir a la joven.
“No sé quién sea pero quiero conocerla”; dijo Rodrigo cuando estaba escondiendo el bolso. El frío le helaba los huesos y veía a esa hora de la madrugada con la poca claridad como la mujer se perdió en los árboles.
“Como hizo esa chama para correr en esto que está tan oscuro”, dijo… más adelante escucha una voz que le dice… “sigue para que me acompañes”, ya había un poco de claridad. Allí le pareció dulce la voz de la muchacha la cual siguió.
Parque Nacional El Ávila y la corredora
Rodrigo vio a la muchacha en uno de los parajes, pero se había alejado del lugar donde había pernoctado. “Hola”, le dijo Rodrígo y vio a la muchacha en su esplendor, los cabellos amarillos; además de la figura y sus extraordinarios ojos color turquesa.
“Está bonito este lugar verdad”… le dijo ella… mientras él seguía viendo su belleza que le pareció demasiado intrigante… Rodrigo le dijo a la joven… “corres rápido”, “tú también vamos a seguir”… la misteriosa muchacha se paró rápidamente para seguir.
Mientras el amanecer ya pintaba el cielo capitalino… “vamos a ver si me alcanzas” le dijo la muchacha. Rodrigo al ver que esta se perdía comenzó a llamarla «eyyy no te vayas» mientras escuchaba solo su risa… “vamos a ver cómo vas a regresar ahora”, le dijo riendo desde lejos.
Sin rumbo
Rodrigo no encontraba el lugar donde se había regresado, sentía que estaba perdido en el Cerro. “Lo que me faltaba”, decía ¿y ahora dónde estoy?. No escuchaba nada en aquella mañana que el sol iba iluminando lentamente.
Se quedó sentado esperando a ver si pasaba alguien. No veía más que verde a su alrededor. “Y yo que pensaba que me conocía el parque y quedé ahora perdido”; fueron pasando las horas a la vez que se regresaba y volvía al mismo lugar.
No pasaba nadie y el hambre y la sed marcaban ya la tarde en el verde Ávila, Rodrigo le pareció extraño lo que hizo esa mañana. Se arrepentía de haber seguido a la misteriosa muchacha en el cerro capitalino.
Pasó la noche con el frió y el hambre en el mismo lugar, mientras nadie pasaba por aquel lugar. Al otro día unos trotadores encontraron al joven… el cual estaba perdido en el cerro. Rodrigo les hablaba de la misteriosa muchacha que había visto.
“Dicen que esa muchacha sale y hace que te pierdas en el mismo cerro, pero mira estabas en un punto que estabas lejos de donde pernoctaste. La próxima vez te quedas donde estas y no sigas a nadie”.
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