viernes, marzo 29, 2024
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CIUDADES COMUNALES: Píldoras para el debate

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Por Marcos Meléndez

@marcosmelendezm

El fenómeno de la “parrilla pal jefe”

En la administración pública venezolana existe un fenómeno conductual que unos amigos han denominado “parrilla pal jefe”. Este modo de ser y actuar en política consiste en asumir la tarea o discurso del líder/jefe para el cual trabajen pero sin mayor análisis, discusión, aporte, e incluso muchas veces sin interés genuino por dicha tarea.

Cuando el Comandante Chávez pidió constituir cooperativas estimulando así el aparato productivo con un modelo de asociación distinto, los “parrilla pal jefe” salieron a tomar las actas de junta directiva de las compañías anónimas y a modificarlas para que nominalmente se convirtieran en cooperativas, pero manteniendo las mismas relaciones de explotación y apropiación individual de las ganancias en detrimento del cooperativismo, que era lo que se perseguía con esta decisión gubernamental. El objetivo real de las cooperativas era fortalecer el cooperativismo y no otra cosa.

Cito este ejemplo de manera arbitraria por poner uno, pero podemos nombrar otros como algunas asociaciones de vecinos que se volvieron consejos comunales sin fortalecer la asamblea de ciudadanos como práctica común, ni construir una fuente productiva de sustentabilidad, o las juntas parroquiales que se volvieron comunas sin construir un parlamento comunal como modo de gobierno permanente.

No me refiero a todas las comunas ni a todos los consejos comunales o todas las cooperativas, sino a las que fueron construidas bajo el paradigma de “parrilla pal jefe”; es decir, con el único propósito de llenar estadísticas y cumplir la “meta” planteada por los  burócratas de turno que quieren convertir todo fenómeno o iniciativa de la Revolución Bolivariana en un ministerio con sus carros, burócratas y jalamecates respectivos que cuando el presidente habla de ganado caprino salen corriendo a buscar cuál vecino tiene un chivo para tomarse una foto dándole tetero. Esta aclaratoria la hago, para que los y las hipersensibles, no se distraigan y profundicen en el resto de la exposición.

Para que este llamado que nos hace el presidente Nicolás Maduro y la nueva Asamblea Nacional sobre las ciudades comunales  no se convierta en otra parrilla pal jefe, necesitamos que éstas ciudades pasen a resolver las contradicciones económicas, sociales y ambientales surgidas en el seno de la ciudad corporativa actual y no para llenar una estadística que diga “tenemos mil quinientas ciudades comunales” poner eso en un tweet y darnos retweet entre burócratas cayéndonos a coba.

Es por ello la importancia de incorporarnos al debate orgánico con algunas ideas que esperamos sirvan para la acción-reflexión.

 La ciudad

Las evidencias de formas organizadas de asentamientos humanos con indicios de administración y producción de excedentes en un territorio delimitado, datan del año 3.500 A.C. en la ciudad de Uruk, antigua Mesopotamia. En lo que hoy es la ciudad de Ur, en Irak, se encuentran rastros de una forma de ocupación territorial donde se evidencia un modelo en el que se centralizaban algunos servicios como redes de canales fluviales para la distribución de agua y obras civiles como conexiones y puentes hacia el río Éufrates.

De tal manera que el concepto de ciudad, aunque nominalmente nos viene de Grecia (1600 A.C)  data de mucho antes y consiste en una forma organizada de ocupación humana del territorio en el que se transforma y adapta el ambiente en torno a la búsqueda de prosperidad (producción), seguridad (servicios) y espiritualidad (cultura-identidad).

Con el correr del tiempo, las ciudades además de constituirse en torno a estos tres principios elementales (prosperidad, seguridad y espiritualidad, traducida en producción-seguridad, servicios e identidad) se fue complejizando y satisfaciendo nuevas necesidades como conectividad, movilidad, corporativización, industrialización  y organización.

Estos nuevos factores dieron posicionamiento al modelo actual de “ciudad corporativa” en torno a la acción centralizada de obras públicas, controles y servicios, generando un nuevo paradigma: Una ciudad segura, conectada y próspera, pero separada de lo espiritual; es decir, sin identidad.

Las ciudades que limitaron su relación con el entorno o se hicieron meramente comerciales, mas no productivas, dejando además de lado los valores culturales, perdieron progresivamente los que Joel Kotkin llama “lo sagrado” trayendo como consecuencia una nueva sensación de in-seguridad.

Hitos históricos como la Exposición Universal de Londres (1851) ; la Comuna de París (1871) la división de Berlín (1945) y su “reunificación” en 1990, la recuperación del nombre San Petersburgo en lo que se había llamado por un tiempo Leningrado, y el propio bombardeo a la ciudad sagrada de Ur en Irak por parte de los Estados Unidos (1996) así como la primera visita papal a este mismo lugar en 2021 son algunos acontecimientos claves que muestran el carácter económico, cultural y político de las ciudades como forma de organización y asentamiento humano seguro, próspero y sagrado durante los siglos XIX XX y XXI.

La Comuna

Anarquistas, socialistas, hippies (cuando digo hippies me refiero a un movimiento serio de la clase media alta norteamericana que se declaró anti sistema con fundamentos y preceptos específicos, no a los vagos fumetas que surgieron después) y comunistas, han visto en la comuna, un modelo nuevo de auto gobierno ciudadano alternativo al sistema impuesto por el capitalismo corporativo.

La Comuna de París (1871) fue una forma de administrar esa ciudad, que gobernó bajo dos principios fundamentales: Autogestión y Auto gobierno.

Toma y reactivación de fábricas abandonadas por sus dueños, creación de guarderías para hijas e hijos de esos trabajadores y trabajadoras, obligación de los recintos eclesiásticos para que en sus instalaciones se realizaran las asambleas de manera segura, fueron algunas de las decisiones que se tomaron en ese breve gobierno que terminó con un ataque armado para disolverlo pues, de resultar exitoso, ponía en tela de juicio todo el modelo capitalista a escala planetaria y que estaba en pleno auge industrial.

De tal manera que lo comunal, no es una forma de ocupación del territorio (como lo es la ciudad) sino una forma de gobernar y administrar la seguridad, la prosperidad y espiritualidad de ese territorio.

En el Alto Apure sé que hay experiencias serias de comuna, también tuve conocimiento de algo en Mérida. En todo el país, hay también algunos avances  en el modelo de auto gestión con miras al auto gobierno.

Pero también tenemos muchas comunas que son “parrilla pal jefe”; simplemente, un número más en una estadística.

La comuna que conocí en el alto Apure, compartía sus excedentes de producción con otras comunas y tiene hasta un estándar de valor de cambio que no es la moneda de uso común.

Dicho esto, podríamos definir niveles de agregación en la organización del gobierno en el territorio comunal:

Comunidad Familiar: Es el núcleo familiar sujeto a la protección del Estado.

Consejo comunal: Una instancia de organización vecinal en torno a las decisiones vinculadas a los servicios, la organización y la producción de un ámbito territorial con una asamblea de ciudadanos y ciudadanas integrada por voceros y voceras de las comunidades familiares.

La comuna: Es la construcción de un sistema económico propio dentro de un ámbito territorial integrado por distintos consejos comunales y otras estructuras del poder popular. Esta comuna legisla la planificación del funcionamiento del territorio a través de un consejo decisor integrado por vocerías de los consejos comunales.

La ciudad comunal: Nueva forma de gobierno

Aplicando el sentido de la racionalidad en los niveles de agregación, decimos que la ciudad comunal,  deberá ser una forma de gobierno ciudadano que trascienda las alcaldías para decidir el diseño, administración y ejecución del plan municipal a través de una especie de asamblea, integrada por las vocerías electas en la comuna.

Para llegar a ese nivel de agregación de la organización política del territorio, debemos volver a los anteriores niveles de agregación para poner en orden la conformación, ubicación y situación de las comunidades familiares, la constituyente de los consejos comunales donde se legitimen todos los liderazgos y vocerías y la construcción de proyectos productivos reales en los ámbitos de la comuna, para que, desde la lógica de la auto gestión se genere el auto gobierno. Robusteciendo esos niveles de agregación, es que vamos a poder construir el nuevo modelo para el gobierno de la ciudad.

Imagen Objetivo:

Una ciudad comunal entonces será una nueva forma de gobernar la seguridad/servicios, la economía y la identidad cultural (seguridad, prosperidad, espiritualidad) de un territorio que surge como alternativa al modelo de ciudad corporativa difusa.

La ciudad comunal será entonces de gobierno parlamentario- asambleario integrado por vocerías legitimadas en las comunas por los consejos comunales en asamblea de ciudadanas y ciudadanos de las comunidades familiares.

Cada comuna surge en torno a un modelo productivo de auto gestión que le otorga el derecho a vocería, dado que es la actividad económica y la organización social del mundo del trabajo, lo que le da carácter real a la comuna.

Para completar la imagen objetivo, se requiere debatir para responder, algunas preguntas:

¿Vamos a trascender la lógica de un ejecutivo y un legislativo municipal para conducirnos a un gobierno parlamentario con vocerías electas en las comunas legitimadas y con capacidad de auto gestión; es decir comunas reales?

¿Vamos hacia una constituyente del poder popular para reconfigurar el tejido de los distintos niveles de agregación del poder comunal?

¿Vamos a construir modelos productivos de auto sustentabilidad comunal?

¿Los y las homosexuales van a poder constituir comunidades familiares o vamos a dejar que el párroco y el pastor decidan eso como en el siglo XVI?

Es el momento de las ciudades comunales. La necesidad de producir aquello que nos están bloqueando, depende del talento, la voluntad política y la pasión de nuestra gente que cada vez está más organizada y dispuesta a ser parte de lo que tiene que terminar de nacer.

El presidente Nicolás Maduro está siendo acertado al plantear un gran debate nacional sobre este importante tema que atañe al nivel de gobierno más cercano a la ciudadana y ciudadano común.

Teniendo clara la imagen objetivo, la ley quedará redactada rápidamente porque estaría claro qué si, y qué no en el diseño de un verdadero  modelo de gobierno popular que no sea una “parrilla pal jefe…”

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