Por @marcosmelendezm
En el Doral, una doña de valle arriba venida a menos psicológicamente, frunce el ceño mientras stalkea la cuenta de Delcy Rodríguez. En una mano, su teléfono con el Instagram abierto, en la otra, su perro toy bichón frisé que se llevó de pasajero en el avión con un permiso especial de “ayudante emocional” cuando salió huyendo del réeeeeegimen por el aeropuerto de Maiquetía, luego de arrancarle una de los cuadritos al mosaico de la fisiocromía de Cruz Diez y jurar que lo pegaría de nuevo, cuando volviera.
Al llegar a cierta foto el bichón frisé vuela por los aires, ante el grito colérico de la doña:
-Qué bolas, ese Cussano es un gusano ¿Cómo nos va a traicionar negociando con la narcotiraniacubanocastrochavistamadurista?
En Caracas, un intelectual de cafetín ve la cosa por la tele, de su boca cae el marlboro rojo sobre el vasito del mismo café marrón oscuro que toma hace treinta años en la misma esquina mientras grita:
-Engels debe estar revolcándose en la tumba, y mi comandante Fidel, también.
De esta manera se enteraron quienes militan en la cofradía del odio de la participación de la vicepresidenta Delcy Rodríguez en la Asamblea Anual de Fedecámaras, que transcurrió muy bien, salvo la intervención pintoresca de un cura que nos mostró un análisis de la coyuntura nacional, vista desde su particular posición apostólica de la edad media, tan conservadora, que hasta a Ratzinger le parecería atrasada.
En el encuentro no fue que Cussano (presidente saliente de Fedecámaras) se metió a chavista o que Delcy se metió a escuálida, sino que ocurrió lo que ocurre en cualquier país a escala planetaria: Sectores de posiciones políticas distintas se reúnen para discutir asuntos de interés mutuo.
En cualquier parte, esto sería un hecho cotidiano, pero como en Venezuela nos resbalamos en lo seco y nos frenamos en lo mojado, es un acontecimiento visto con asombro por la militancia de los odios.
Claro que Fedecámaras sigue y seguirá acariciando la idea de un país gobernado por uno de ellos, o en su defecto por un monigote que les permita poner la directiva de PDVSA, del Banco Central, de SUDEBAN y la CVG, además de los Ministros de Finanzas, Comercio y Agricultura. Con eso, ellos se conforman, humildemente. Lo que pasa es que a Fedecámaras le ofrecieron hace cinco años que aguantaran la pela porque en seis meses caía el régimen, bajo las premisas de que Maduro era bruto, y que además, el pueblo no había votado por él, por lo tanto, no lo defendería. De eso han pasado sesenta meses, diez veces más de lo calculado; y, por muy opositor que sea un opositor, empresa es empresa y nadie va a calarse cinco años de una oferta política engañosa que los mantiene en paro técnico.
Llega el gobierno y les ofrece facilidades para producir con el objetivo de sustituir importaciones y el empresariado dice “¿malo? Malo no es”. Además ya esos empresarios y empresarias saben cuánto dinero ha administrado Guaidó y su banda, saben cuánto costaron las putas y los putos de la rumba donde murió por presunto envenenamiento el primo del entonces diputado Superlano en cumplimiento de la tarea asignada por Guaidó y saben también cuánto dinero han perdido esperando que ocurra algo que no curre. La conclusión de estos empresarios es que en esa ala de la oposición, no hay gente seria.
Una empresa tiene por objeto la generación de riqueza. A manos de quién va esa riqueza es la discusión eterna entre socialistas, quienes consideran que esa riqueza debe ir a manos del trabajador; y capitalistas, que consideran que esa riqueza debe ir a manos de quien contrata la fuerza laboral del trabajador. Por cierto, ahí les resumí en dos líneas toda la teoría de Max y de Smith, solo me faltan los argumentos de cada uno que suman unas dos mil páginas.
Donde sí hay coincidencia es en que hay que generar la riqueza y abastecer las necesidades de consumo. En eso estamos claros y claras. Esa necesidad de generación de riqueza y de abastecer las necesidades de consumo, no las vamos a conseguir con el país paralizado mientras los chavistas se dan like entre funcionarios y los opositores se dan like en el país de nunca jamás que solo existe en la cabeza de Leopoldo y su mascota Guaidó.
Es por ello que lo más normal del mundo es que factores de posiciones políticas encontradas, coincidan en discusiones sobre temas elementales de interés cotidiano, aunque algún revolucionario de cafetín, diga que Maduro está traicionando la revolución al no permitirle morir como un guerrillero heroico de los años sesenta, o la señora de Valle Arriba llore desilusionada porque no habrá bombardeo.