La duplicidad del ser humano es uno de los temas más fascinantes y complejos que podemos abordar. Desde tiempos inmemoriales, se ha hablado de la lucha interna entre el bien y el mal, entre esos ángeles y los demonios que conviven dentro de cada uno de nosotros, la cuestión está en saber ¿qué es realmente la duplicidad del ser humano? ¿cómo se manifiesta en nuestra vida diaria? Voy a dejar escrita mi percepción sobre esta trama profunda y compleja.
En primer lugar, debemos entender que la duplicidad del ser humano es una realidad innegable. Todos somos capaces de actuar de forma bondadosa y altruista, pero también podemos ser crueles y egoístas. La pregunta es, ¿por qué? ¿De dónde viene esta dualidad en nuestra personalidad? Hay muchas teorías al respecto, pero la más aceptada es que la duplicidad del ser humano es una consecuencia de nuestra evolución como especie.
La dualidad del ser humano
Durante miles de años, hemos tenido que luchar por sobrevivir en un entorno hostil y competitivo. En este contexto, el egoísmo y la agresividad eran rasgos muy útiles para asegurar la supervivencia individual y grupal. Pero, al mismo tiempo, la solidaridad y la cooperación eran fundamentales para sobrevivir en comunidad. De esta forma, el ser humano se ha desarrollado como una especie ambivalente, capaz de actuar en función de sus necesidades individuales o colectivas.
Sin embargo, esta dualidad no siempre es equilibrada. En ocasiones, nuestros instintos más básicos y egoístas –lo que se llama pensar con la parte del cerebro reptiliano- pueden salir a la superficie, y es entonces cuando aparecen los demonios interiores. La envidia, el odio o el rencor son algunas de las manifestaciones más evidentes de esta parte oscura de nuestra personalidad. Pero también existen demonios más sutiles, como la vanidad, la prepotencia, la soberbia o la avaricia, que pueden ser igual de destructivos.
La lucha interna de la dualidad del ser humano
Por otro lado, también existen los ángeles interiores, esta parte de nuestra esencia bondadosa, la que nos impulsan a hacer el bien, a ayudar a los demás, a ser generosos y compasivos.
La empatía, la solidaridad, la humildad o la paciencia son algunos de los rasgos más comunes de esta parte luminosa de nuestra personalidad y aunque a veces parezca que los demonios tienen más fuerza, es importante recordar que los ángeles también están dentro de nosotros, esperando su momento para brillar.
De hecho, la clave para equilibrar la dualidad del ser humano está en aprender a reconocer y gestionar tanto nuestros ángeles como nuestros demonios interiores. La conciencia de nuestra propia ambivalencia es el primer paso para poder controlarla y utilizarla de forma consciente.
Si somos capaces de identificar las situaciones o los pensamientos que nos llevan a actuar de forma egoísta o destructiva, podremos tomar medidas para evitarlas o para contrarrestarlas con actitudes más positivas y constructivas.
Es que en definitiva, la duplicidad del ser humano es una realidad compleja y al mismo tiempo fascinante que nos afecta a todos los seres humanos en cualquier momento de la vida, pero, lejos de ser una blasfemia, puede ser una oportunidad para conocernos mejor a nosotros mismos, para evolucionar como individuos y para un mejor actuar como entes sociales. Si somos capaces de reconocer y gestionar tanto nuestros ángeles como nuestros demonios interiores, podremos vivir de forma más plena, más consciente y ser sobre todo personas más felices. .
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