Con el sudor corriendo por su rostro y su cuerpo adolorido, Saeed Ali Achakzai se preguntó si realmente se merecía los golpes y las patadas, y esta celda sin ventilador y sin agua potable, en lo que se sentía bajo un calor de 45 grados.
Sí, dijo en su reportaje de televisión que el campo de cuarentena de COVID-19 en la ciudad paquistaní de Chaman, en la frontera con Afganistán, carecía de las instalaciones adecuadas. Los baños estaban en malas condiciones, señaló; la gente no tenía suficiente agua.
Pero, ¿fue eso un crimen?
El público merecía saber que alrededor de 200 ocupantes del campamento, algunos potencialmente infectados con el virus, habían atravesado una puerta y logrado escapar, luego de protestar contra la dirección que se había negado a permitir que una mujer enferma fuera llevada al hospital.
Unos días después de que se emitiera su informe sobre el campamento el verano pasado, el reportero de Samaa News en Urdu, con sede en Quetta, fue amenazado, secuestrado, golpeado y encarcelado.
«Mi único crimen fue decir la verdad», dijo Achakzai, de 44 años al Proyecto de Denuncia contra el Crimen Organizado y la Corrupción (OCCRP por sus siglas en inglés).
Su caso ilustra las terribles condiciones que enfrentan los periodistas en Pakistán, donde son acosados, secuestrados y en ocasiones, asesinados de manera rutinaria.
Más de 25 periodistas han sido asesinados por sus informes desde 2013 hasta que Imran Khan se convirtió en Primer Ministro en agosto del 2018, según Freedom Network, un organismo de control de los medios de comunicación de Pakistán. Aunque la policía remitió muchos de estos asesinatos a los fiscales, solo un puñado de sospechosos fue juzgado. Solo una persona fue condenada e incluso esa sentencia fue revocada en apelación. Desde que Khan asumió el mando, la Federación Internacional de Periodistas ha registrado los asesinatos de 15 periodistas por asaltantes más o menos desconocidos, siete de ellos en 2020.
Los observadores dicen que el mandato de Khan no ha mejorado una crisis de impunidad existente, con un aumento observado en las campañas de acoso dirigidas contra periodistas, así como en varios métodos utilizados para censurar los medios.
“Hay un clima de miedo y un alto nivel de autocensura, ya que muchos periodistas se abstienen de informar sobre temas de ‘línea roja’ como el ejército”, Aliya Iftikhar, investigadora asociada al Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), dijo al OCCRP.
Los reporteros que critican al Gobierno o exponen hechos que este quiere ocultar se convierten en objetivos, dijo, y agregó que en algunos casos de secuestro, la evidencia apunta a la participación de funcionarios del Gobierno. El (CPJ) ha documentado el historial de las fuerzas de seguridad de Pakistán de secuestrar a periodistas críticos durante más de una década.
Pakistán cayó tres lugares, ocupando el puesto 145 de los 180 países encuestados en el Índice Mundial de Libertad de Prensa 2020 de Reporteros sin Fronteras, que citó un control más estricto sobre los medios independientes por parte de las agencias militares y de inteligencia de Pakistán.
Cuando se le preguntó sobre la libertad de prensa durante una visita oficial a los Estados Unidos en julio del 2019, Khan insistió en que Pakistán tiene una de las prensas más libres del mundo, y agregó que «decir que hay restricciones a la prensa de Pakistán es una broma».
La fuerte censura, los despidos debido a limitaciones financieras y las amenazas que conducen a la autocensura han plagado durante mucho tiempo a los medios de comunicación de Pakistán, y los expertos locales e internacionales aseguran que las cosas se han deteriorado en los últimos años.
«No me importan las críticas, pero hay propaganda descarada y noticias falsas contra el Gobierno», tuiteó Khan en septiembre, respondiendo a tales acusaciones.
En Baluchistán, la provincia suroeste desde la que informaba Achakzai, la libertad de prensa ha sido objeto de graves represiones por parte del Cuerpo de Fronteras, una unidad de seguridad militar de 80.000 soldados encargada de vigilar las fronteras del país con Afganistán e Irán.
Nadie en la oficina de Achakzai se tomó en serio las amenazas telefónicas que recibió del comandante del Cuerpo de Fronteras. Cuando él y un colega fueron convocados a la oficina del comandante unos días después, pensó que una conversación resolvería cualquier problema que surgiera.
Pero cuando los dos entraron a un edificio, los agentes tomaron sus teléfonos, les ordenaron desbloquear los dispositivos y les preguntaron si apoyaban al Movimiento Pashtun Tahafuz, un grupo que defiende los Derechos Humanos de la etnia Pastún, la minoría más grande de Pakistán.
Aunque los reporteros insistieron en que no tenían nada que ver con el movimiento, afirmaron que los agentes rápidamente les ataron las manos, les vendaron los ojos y los entregaron a otra unidad. Y allí, dijo Achakzai, fue cuando lo patearon y golpearon con porras y cables.
“En un momento pensé que me matarían y que mis asesinos quedarían libres”, dijo.
Cuando se difundió la noticia de la detención de los dos reporteros, la comunidad periodística realizó manifestaciones en el exterior del edificio, que llevaron a su liberación 48 horas después. Pero a pesar de ser liberado, Achakzai dijo que ha sido incluido en una «lista de vigilancia de personas sospechosas» que le prohíbe salir de su ciudad y le exige que informe a la policía antes de salir de su casa.
La historia de Achakzai está lejos de ser un incidente aislado, explicó Shah Nawaz Tarakzai de 41 años, que trabaja con Radio Mashaal, una emisora en lengua pastún miembro de Radio Free Europe / Radio Liberty.
Tarakzai dijo que fue secuestrado en 2017 por funcionarios del Gobierno que le vendaron los ojos y lo llevaron a un lugar desconocido, donde durante dos días lo interrogaron sobre su trabajo. Su familia aún está emocionalmente traumatizada por el incidente. «Me estaban buscando en hospitales y morgues», dijo sobre la búsqueda frenética de sus familiares.
Aunque su terrible experiencia ocurrió un año antes de que Khan llegara al poder, resaltó que «la libertad de los medios de comunicación ha disminuido en el país durante el régimen del Primer Ministro Imran Khan».
Los periodistas que informan sobre la cultura de la violencia, la corrupción, el crimen y las desapariciones de sus colegas, “casi siempre son acosados, intimidados o incluso asesinados por actores estatales y no estatales”, dijo.
Las desapariciones forzadas dijo, «se utilizan como un arma para silenciar a los profesionales de los medios de comunicación asegurándose de que los periodistas desempeñen sus funciones bajo un temor constante».