Pablo, Enrique y Carlos, habían sacado la cuenta y en cinco años habían gastado dinero en la empresa de barajitas. Eran aquellos fríos años setenta donde Brasil era noticia por su manera de jugar fútbol.
“Hemos llenado seis álbumes y no hemos ganado nada”, decía Enrique. Se sorprendían de ver los afiches diferentes de los álbumes. “Hemos hecho el de beisbol, artistas, comiquitas y el cuerpo humano y no ganamos nada”. Todos vivían en una barriada de Brasil.
A la edad de once años se dieron cuenta que habían gastado mucho dinero y todo aquello que la empresa ofrecía no lo cumplía. “Cuando tenemos el álbum lleno, los bodegueros nos dicen que ya se terminó”. “Dicen que los premios son pelotas, guantes y bates y no vemos nada”.
En la aventura de las investigaciones prometieron buscar la manera de averiguar como hacía la empresa. Llegaron hasta los galpones apartados y pensaron para entrar. Un vigilante los vio desde afuera… ¿Quiénes son y que quieren?.
El mal encarado hombre no se dio cuenta que uno de los jóvenes entró por la otra puerta mientras que el perro de vigilancia estaba dormido por el clima. Ya dentro Enrique vio la gran cantidad de sobres de los cromos. “Si aquí es donde empacan las barajitas”.
Cuando ve que un hombre llega a la oficina y anota en una pizarra los nombres de las barajitas que siempre faltaron. “Eran las barajitas que nos faltan”… dijo en silencio. Mientras que el hombre contaba después rápidamente un dinero.
La empresa de barajitas
Los tres contaron a sus padres quienes no prestaron atención al caso, el único interesado fue Don Luis, un maestro retirado quien escuchó todo el caso. “Eso es un robo lo que le vienen haciendo a ustedes, vamos a trabajar en eso”.
Don Luis comenzó a investigar todo acerca de cómo funcionaba dicho robo. Y la empresa iba a de zona en zona vendiendo las barajitas y calculaban que los álbumes estuvieran casi llenos para desaparecer.
Un hombre de una bodega ayudó al maestro retirado a resolver el problema. “Ese hombre de las barajitas siempre engaña a todo el mundo, nadie gana. Todo el mundo llena los álbumes y no reciben un premio”.
El descubrimiento
Gracias a Don Luis pudo hacer la denuncia por lo dicho por el bodeguero y armaron el reclamo. Y hasta el mismo policía que los atendió había caído en la trampa de llenar los álbumes cuando era niño.
El hombre quedó apresado en un galpón en San Pablo, Brasil donde tenía el centro de operaciones de la empresa de barajitas. Allí dijo que nunca entregaba los premios y que gracias a eso había conseguido tener dinero.
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