Aquel casino de Acapulco tenía mucho lujo, una mujer de cerca 45 años pero muy bien conservada llegaba a aquel lugar. Su piel blanca, labios sensuales color rojo y acompañada de al menos cuatro guardaespaldas. Un marcado acento francés y un vestido negro tallado a su medida le abrían las puertas.
¡Buenas noches, bienvenida! Se limitó a decir al hombre de la puerta, dijo ella a sus acompañantes “merci, s’il vous plaît attendez-moi ici, il est temps de jouer”; algo como “gracias, por favor me esperan aquí, llegó la hora de jugar”.
La mujer dio una vuelta observando aquel casino buscando donde jugaría aquella noche. “Es noche de luna llena de 1994”, le dijo a uno de los hombres en la ruleta. ¡Número!, “negro 77” contestó la mujer.
La bolita plateada iba poco a poco saltando hasta que pareció posarse en el doble 7. ¡Doble 7 para la señora le dice el hombre de la ruleta!. “Voy con más… 45 rojo… como mis labios”. Igual la pelota parecía ir donde ella dijera.
Pegó 10 números y todo parecía extraño mientras acumulaba dinero en aquel juego. Las personas veían como no falló en la ruleta. Dijo con una sonrisa… “je vais boire un verre de vin”, (voy por una copa de vino).
Aquel casino de Acapulco…
La bella mujer sonreía sola mientras veía por el balcón del casino al mar. Nadie se le acercaba… Se regresó a la ruleta y dijo al hombre… “vamos por más dinero… 33 negro”. En efecto pegó aquel número como diez seguidos más.
“Lleva 20 en una sola noche y no ha fallado en nada”, la mujer siguió apostando y no había atracción en aquel casino que le diera la derrota. Por el contrario la mujer ganó hasta que llevaba ya demasiado dinero.
Las personas le veían y no aceptaba tragos ni pasapalos de nadie… “gracias soy una mujer muy solitaria”, decía. En el 13 negro la apuesta más cara la hizo mientras todo el casino veía a la bolita saltar y en un absoluto silencio ganaba.
“Se llevó todo de la noche”, decía el gerente mientras la observaba. “No, no hay trampa en nada”. La mujer tomó todo el dinero mirando a todo mientras se despedía. Las personas se preguntaban de su extraña suerte.
Al salir los hombres la escoltaban hasta aquel carro negro… “ya la Reina” está segura” decían por radio. Aquella noche misteriosamente aquel casino quedaría reducido a cenizas.
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