Ser buenos o buenas en la cama es una de esas frases hechas que pretenden fungir de credenciales amatorias. Una especie de escalafón que otorga prestigio a quien se le atribuye. Frente a su resplandor, cualquier otra virtud del encariñamiento palidece fatalmente.
Pero, ¿qué hay de verdad en esto? ¿Hay personas buenas en la cama? ¿Hay algo que se pueda hacer para ser “buenas o buenos amantes”? Ana Carmona Rubio, Sexóloga y Psicóloga de la Universidad Camilo José Cela en España, ayuda a desmitificar la famosa frase.
“Ser buenos en la cama”¿Un mito?
El valor social del sexo como coito, genera una suerte de obsesión por sacar buena nota en esto de proporcionar placer sexual a una pareja. A ratos parece como un producto de marketing, como una obligación.
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En nuestra cultura, el hecho de ser buenos en la cama ha pasado a ser una especie de «mérito personal». Muchas consultas a los sexólogos piden justamente eso. Ser buenos amantes para poder gustar más y despertar mayor deseo.
Pero cuando disfrutamos «en la cama» ¿es debido al mérito de nuestra pareja sexual? ¿Qué hace que disfrutemos sexualmente? Esta idea de ser buenos en la cama es tramposa, porque el hecho de disfrutar con alguien depende de circunstancias diversas.
Cuando se habla de que una persona es “buena en la cama” ¿a qué nos solemos referir? ¿En qué es buena exactamente? La idea implícita y culturalmente valorada es que esa persona es “buena en los coitos o en las penetraciones”. Sin embargo, esa sobrevaloración no es del todo real.
Más allá del coito
A muchas personas, tanto heterosexuales, como homosexuales, bisexuales o asexuales, el coito o la penetración no les interesa demasiado. Además, es una evidencia que para muchas personas (sobre todo mujeres, aunque también hombres) la clave de su placer y satisfacción está en otros aspectos.
Una buena seducción, la generosidad en caricias por todo el cuerpo, juegos, besos. Es decir, todo aquello que injustamente se ha venido calificando como “preliminar” pero que tiene toda la importancia del mundo.
Ritos abandonados
Detrás de la insatisfacción sexual de muchas personas, está el haber empobrecido sus relaciones eliminando o reduciendo todo esto a su mínima expresión. Curiosamente, todos estos aspectos son muy abundantes en las primeras etapas de las relaciones. Allí las parejas suelen tener un excelente ajuste sexual, pero luego se van abandonando.
En cuanto al grado de obsesión por ser buenos en la cama persiste la presión hacia el hombre. Se exige que sea él quien tenga experiencia, habilidad y pericia. En una pareja heterosexual se espera que sea el hombre quien lleve las riendas y que sea él quien proporcione placer a su compañera.
De modo que si ella disfruta, el mérito recae sobre él, y si no, su culpa. Las consultas de sexología están llenas de hombres con problemas de disfunción eréctil y de insatisfacciones relacionadas con la eyaculación precoz. La razón de fondo es la responsabilidad de tal hazaña.
Conocer el cuerpo
Hay una cierta responsabilidad personal en el hecho de disfrutar. Una persona que conoce bien su propio cuerpo es capaz de comunicarse y pedir de forma adecuada aquello que desea y negarse a aquello que no. Estas cuestiones están en la propia persona, predisponen al placer, y no dependen del otro.
En caso de hombres heterosexuales, es muy positivo que conozcan algunos aspectos esenciales sobre la erótica femenina. Las personas con una buena educación sexual en general, son personas con más recursos para entenderse en la cama con sus parejas.
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Ser buenos en la cama podría implicar saber disfrutar de nosotros mismos. Las personas que saben disfrutar, también están en situación de dar más placer a la pareja, porque hay mucha satisfacción en el placer del otro.
Cuidar la seducción
Tratar bien a la pareja, independientemente de si la relación es esporádica o estable, es un elemento altamente afrodisíaco para muchas personas. Esto implica cuidar aspectos como la seducción. Ser generosos-as con el contacto corporal y las caricias, los mimos, los besos.
No solo son importantes cuando se tiene intención de que la cosa “vaya a más”, tienen valor e importancia en sí mismos.
Ser capaces de comunicarse y hablar con la pareja sobre gustos, preferencias, estar abiertos o abiertas a sugerencias, y mostrar interés por lo que desea y da placer al otro. Todos estos aspectos superan con creces la idea de ser buenos en la cama como una valoración exclusivamente genital.