Era 1970 y Gerardo llegaba con su figura estilizada a las afueras de la Plaza de Toros Monumental de Valencia. Un Chevrolet de la época se aparcaba afuera a traer al hombre vestido de negro; se asombraba de ver la construcción en el sur de la ciudad.
“Hombre esto sí que es una plaza… olé!!!”, decía a sus acompañantes con su acento español, un frío recorrió su cuerpo al entrar a la Plaza. Oreja y rabo mientras sonaba la orquesta interna, era el triunfador de aquella tarde. A sus 22 años era una figura del toreo.
Tragos, fama, los mejores hoteles para el conocido matador de toros de aquella década. Valencia era la Ciudad Industrial pero el torero español sentía el escalofrío que le recorría el cuerpo. “Hombre iré a morir en esta plaza”, decía viéndose en el espejo del cuartillo de la plaza.
Bellas mujeres, adornaban aquella tarde del domingo del año 71, pero en aquel noviembre a pesar del sol y el calor. Sentía nuevamente la brisa fría en aquel domingo, mientras preguntaba a los banderilleros si había muerto algún torero en la plaza.
Pero Gerardo se enamoró de una mujer… y de la ciudad, de aquel tiempo, de los toros, la fama, y hasta se compró una casa al norte de la ciudad. “El matador español se mudó a la ciudad industrial”, decían los dos diarios de mayor circulación en la ciudad industrial.
A las afueras de la Plaza de Toros
Gerardo quería averiguar aquella brisa, cada vez que toreaba en la afamada Monumental de Valencia. Tuvo amores con bellas mujeres valencianas pero nadie podía responderle de ese temor que sentía. “No es que me da miedo, es que algo puede pasarme en la plaza”.
“Gerardo invierte el dinero que tienes”, pero todo aquello lo disfrutaba en grandes banquetes. Donde sobraban los amigos, empresarios, tragos y buena comida… las décadas pasaron y fue perdiendo todo en la ciudad.
La gente se sorprendía de verlo, solitario y siempre a las afueras de la plaza de Toros, la conocida Monumental. Pocos creyeron con el tiempo que había sido un matador afamado, mientras jugaba en la plazoleta del Metro con torear un toro en septiembre de 2018.
“Torero ya los toros se terminaron en esa plaza, ya no hay corridas”, le decían los taxistas a las afueras de la imponente plaza. “Ese hombre se quedó aquí, llegó de España y miren como está olvidado”…
Con la mirada perdida en el horizonte valenciano y viendo la plaza de lejos, descubrió lo que aquella brisa le decía… era que se convertiría en el hombre que estaba a las afueras de la Monumental… solitario, olvidado y en la ruina…
Hay miles de leyendas que se han contado sobre este torero… una de ellas es que se enamoró de una preciosa valenciana… de mirada mágica y hermosa cabellera amarilla… La cual nunca le correspondió… ¡Y olé!
Sigue leyendo ahora más relatos nocturnos en nuestro portal:
Las mentiras del brujo
«Si quieres recibir esta y otras noticias en tu celular, ingresa a nuestras redes sociales y grupos.