lunes, noviembre 25, 2024
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El extraño caso de ghosting de Tibisay

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IOTA Latino
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Una lágrima rodaba por la mejilla de Tibisay luego de que le explicaran que había sido víctima en un caso de Ghosting. Le daba volumen a la canción Antología de Shakira aquel jueves 15 de mayo de 2014.

El último regalo de Augusto había sido una batería para el carro, la cual curiosamente retiraba de un local en la avenida Andrés Eloy Blanco. Suspiraba mientras escuchaba la canción de Shakira. No entendía como tantas promesas no se cumplieron.

“Dios donde estará”, Tibisay, había conocido a Augusto por Twitter un 31 de diciembre de 2013 a las seis de la tarde. Había quedado maravillada con la foto y le pareció mentira pero luego de dos meses de chateo; vio que el de la foto era él.

Se había quedado maravillada con las rosas que le llegaron a la oficina y el flechazo fue mutuo. Ella decía que aquel hombre era la perfección y se interesaba por ella y sus cosas; pero se sorprendía que de la noche a la mañana desapareciera.

“Yo no hice nada, solo amarlo, en los meses que estuvimos juntos. No entiendo su alejamiento”, decía Tibisay a la psicóloga. Lo flamígero del amor lo había vivido en poco tiempo con aquel hombre. De hecho hasta se quedaba los fines de semana con ella.

Ghosting, el extraño amor de Tibisay

Augusto iba en aquellos meses en diferentes carros la llevaba de paseo por Valencia y para ella los sábados y el tiempo eran valiosos. Pero ciegamente se había enamorado y sentía la necesidad de verlo; pero no sabía dónde estaba.

De hecho, el celular de Augusto de la noche a la mañana repicaba pero nadie contestaba. “Luego de aquel hasta mañana se fue y nunca supe nada de él”, decía Tibisay. “No sé cómo vivir sin tu amor” decía mientras escuchaba a Shakira.

Tibisay venía de un divorcio conflictivo, había prometido no enamorarse más. “Cúpido, que broma me echaste de verdad, me enamoré para nada”. No entendía el Ghosting el cual la persona desaparece sin dejar rastro.

Desde aquel mayo de 2014, Tibisay había prometido superar aquello, no pensar en eso que le hacía daño. Hasta que un día volvió a ver a Augusto en un portaretrato, en el escritorio en el consultorio de la psicóloga a la que asistía.

Tibisay se quedó pensando… ¿y ese hombre de la foto?, le preguntó a la psicóloga… “es mi esposo, está en Estados Unidos desde hace un tiempo”.

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