La biometría es una fase más dentro del mundo de las contraseñas. ¿Quiénes somos realmente cuando tocamos las puertas digitales? Grotescas combinaciones de números, letras y signos. Eso es nuestra identidad. Nuestro nombre de bautizo no vale, no dice nada dentro de las cajitas de los passwords.
Pero esa maraña de letras y signos es sólo un tránsito.Las contraseñas tradicionales se vuelven cada vez más obsoletas. Aparecen otros mecanismos de verificación de identidad. Es en esta brecha donde la biometría ha ganado un espacio.
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La biometría también es usada como factor de verificación adicional. Según un artículo sobre el tema de Hipertextual, se utiliza “algo que eres”, como el iris del ojo. De esta manera, tu llave de ingreso es algo que jamás puedes perder. Teóricamente es más seguro que cualquier otro mecanismo. Algo de lo que jamás puedes separarte.
La biometría gana espacio
Sus aplicaciones ya inundan todos los espacios. Controles fronterizos, seguridad ciudadana, sistemas bancarios, de votación, de salud y contra el terrorismo. Pero hay más, porque la tecnología biométrica continúa siendo perfeccionada.
La empresa española FacePhi trabaja en un dispositivo capaz de reconocer a una persona aunque sus rasgos cambien la edad o el peso. Otras empresas se encuentran desarrollando maneras de identificar las emociones de las personas a partir de sus microexpresiones.
Sin embargo, en su lado oscuro la biometría puede representar un grave riesgo para la privacidad. Principalmente por su potencial para ser usado en la vigilancia gubernamental. Sus técnicas efectivas de reconocimiento facial, dactilar o a través de otros factores, como la manera de caminar, pueden facilitar rastrear a las personas.
Potencial peligro
Y el potencial peligro de la biometría se puede multiplicar. Estas bases de dato son «multimodales», es decir, recopilan más de un tipo de dato. Por ello pueden ser cruzar datos tradicionales, como el nombre o la fecha de nacimiento de la persona.
Por otra parte, el almacenamiento de grandes bases de datos de información biométrica incrementan el riesgo en caso de datos se vean comprometidos. Una tarjeta de crédito cuya información ha caído en las manos equivocadas puede ser anulada y emitida de nuevo, pero las huellas dactilares o el rostro no.
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La biometría supone nuevos riesgos y retos. La tecnología nos facilita la vida, nos otorga mayor seguridad en todos los aspectos. Pero debemos ser conscientes del riesgo añadido que cada nuevo uso supone para la pérdida de privacidad. Escalones que una vez subidos, difícilmente volveremos a descender.
Todo esto plantea preguntas sobre la forma en la que gobiernos y empresas almacenan y conservan estos datos.